Diario de León

CON VIENTO FRESCO

Los complejos del Partido Popular

Publicado por
JOSÉ A. BALBOA DE PAZ
León

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REFLEXIONANDO sobre las debilidades y vicisitudes de Luis XVI y de la nobleza, en los primeros momentos de la revolución francesa, escribe el vizconde de Chateaubriand en sus extraordinarias Memorias de ultratumba, obra por la que un doctor amigo mío siente una pasión casi religiosa, estas juiciosas palabras: "los partidos no creen nunca en la conversión de los partidos contrarios: la libertad que capitula o el poder que se degrada no obtiene gracia de sus enemigos". La frasecilla es de una perspicacia brillante, y me parece que viene como anillo al dedo a lo que le está pasando al PP de Mariano Rajoy, que vive sus horas más bajas después de perder el poder en España y ser desplazados de Galicia por una coalición que va a alimentar las tensiones territoriales hasta extremos casi insufribles. Creo que el odio cainita que la izquierda sintió hacia José María Aznar, y que aún siente pues parece verlo como un nuevo Cid que incluso muerto puede derrotarla, no se debió a su política concreta frente al terrorismo o a la guerra de Irak, sino a la justificación teórica que hizo De la misma en todos los foros y oportunidades. Nunca se sintió acomplejado de sus ideas; al contrario, las defendió pública y privadamente con razones y con tesón. No vivió atrincherado en la Moncloa, sino que dio muchas veces la cara sin complejos. No fue pusilánime en su defensa de la nación española, ni se acobardó por someter al terrorismo y a los nacionalistas que lo sustentan, desde la ley, a un acoso implacable con resultados excelentes. Cometió errores, sobre todo respecto a las medios de comunicación, que ahora paga el PP. Rajoy se muestra acobardado con la política social de Zapatero, va a regañadientes de la Iglesia, cuya voz es la única que se oye clara en la defensa de la familia o el apoyo a las víctimas del terrorismo; se calla cuando aquél muestra grandes debilidades en su política internacional. No se trata de que haya roto con los EE.UU y apoye a dictadores como Chávez y Castro; es que mantiene a España en un aislamiento internacional asfixiante, en el que los supuestos aliados nos dan continuamente la espalda, como Francia y Alemania, con resultados tan negativos como la negociación de los fondos europeos o la pérdida de la sede olímpica para Madrid. Ante el atentado de Londres, Zapatero, aislándose de la mayoría en sus críticas al terrorismo, se atreve a divagar sobre las desigualdades del mundo como causa del mismo. ¡Más carnaza para sus adeptos y más banalidades en apoyo de su propuesta de alianza de civilizaciones!. Rajoy parece dar a la izquierda un plus de legitimidad por no se sabe que razón lógica o histórica. Siente un extraño complejop ante ella. Volvemos a los tiempos de la República, en los que la izquierda se creyó en posesión de un destino histórico que le llevaba a poner patas arriba España, aunque medio país no estuviera de acuerdo. Cuando en las elecciones de 1933 ganaron democráticamente las derechas, la izquierda sufrió un verdadero shok emocional y político pues no se lo creía; algunos partidos, como el PSOE, no aceptaron los resultados y animaron una subversión de trágicas consecuencias. No lo dice el innombrable Pío Moa, lo acaba de escribir el historiador Stanley Payne. Esta lábil posición de Rajoy debilita al PP, mueve la disidencia o la discrepancia en sus filas, como ha ocurrido la pasada semana con las críticas de Piqué a Zaplana y Acebes; y envalentona a un Zapatero y a los suyos que se permiten hurgar arteramente en la llaga de las debilidades populares, olvidando los años terribles de los Gal, la corrupción y otras lacras de tiempos de Felipe González. El PP olvida que sólo se han de negociar las políticas concretas, pero no se han de hacer cambalaches con las ideas. Éstas han de ser firmes y han de defenderse con inteligencia pero sin complejos. Un partido acomplejado podrá tener militantes pero nunca muchos votantes; por ahora tiene diez millones.

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