Alberto de Mónaco
LA INSOLENCIA de Alberto de Mónaco con España -en poco tiempo nos ha metido el dedo en el ojo en dos ocasiones, al preguntar, teledirigido por Francia, por el peligro terrorista en Madrid y al propugnar la integración de Gibraltar en el COI-, no requiere, por la escasa entidad del personaje, una respuesta contundente. Pero sí puede ser ocasión para que España encabece, en el seno de la Unión Europea, una lucha pendiente contra la pervivencia de paraísos fiscales en un ámbito que debe regirse por la transparencia y la erradicación del crimen organizado. Mónaco sigue siendo el ocultadero de grandes delincuentes financieros, que no sólo logran impunidad sino también, al hacerse residentes en el Principado, no pagar impuestos en sus países de origen.