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FERNANDO ONEGA
León

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SI ÉSTE fuese un país serio, los periodistas y políticos no hablaríamos de otra cosa que de ese proyecto de carreteras y trenes que ayer aprobó el gobierno. Me refiero al PEIT, Plan Estratégico de Infraestructuras y Transportes. No hablaríamos de otra cosa, porque no habría nada más importante: una inversión de más de dos billones de pesetas cada año; un horizonte fastuoso de una España comunicada por autovías y trenes de alta velocidad; un sistema de red de transporte que no tendría que pasar por Madrid. Aunque el plazo sea largo (año 2.020 para completar el programa), se trataría de inventar otro país. Sin embargo, tengo la sospecha de que la visita del señor Carod-Rovira a La Moncloa ha interesado -sobre todo, intrigado- bastante más. ¿Por qué esta lejanía de las cuestiones nacionales tangibles? Hay varias razones, que los gobernantes debieran analizar. La primera es que ellos mismos están fabricando un país artificial, donde los asuntos de que hablan son los referidos a la «teología política», la estructura del Estado o los repartos del poder. El señor Mariano Rajoy, que es la voz que buscamos siempre como antídoto del gobierno, se ha preocupado de hacer advertencias a Zapatero sobre las posibles cesiones a Carod, pero ha delegado en Arias Cañete para hablar del PEIT. La segunda es que llevamos tantos planes ambiciosos sin terminar, que oímos estos anuncios como un disco dedicado de la radio. Eso de todas las ciudades con AVE y autovía se lo escuchamos incluso a Arias Salgado, primer ministro de Fomento de Aznar. Lo más creíble de estos planes está siempre en los retrasos que anuncian. Es decir, que si el Eje Atlántico se retrasa dos años más, de 2.007 a 2009, contemos con ello. Los retrasos siempre se cumplen. Y la tercera es que, por mucho que Magadalena Alvarez esté segura de la financiación, yo no pondría la mano en el fuego. Veamos: ayer mismo, un portavoz de Esquerra Republicana supeditó los Presupuestos de 2.006 (que habrán de estar presentados en poco más de dos meses) a que haya Estatuto de Cataluña. ¿Con qué criterios vamos a pensar en los presupuestos de dentro de diez años? Y algo más: si no hay dinero para hacer frente al déficit sanitario de las autonomías, ¿resultará más fácil disponer de él para tantas obras públicas? Si nos va a faltar el maná de los Fondos Europeos, ¿vamos a ser tan milagreros como para invertir más que cuando los teníamos? Estas son las cuentas que hacemos en mi pueblo, donde no sabemos de grandes operaciones financieras, pero sabemos contar las patatas. Por todo eso escuchamos el Plan PEIT como quien oye llover. Eso sí: con mucha fe. En el sentido literal que nos enseñaba el Padre Astete: «Creer lo que no vimos».

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