Devaluados, olvidados

EN Astorga se han fabricado artesanalmente durante más de trescientos años alfombras con la técnica de nudo turco, de estilo español, en un telar de alto lizo. Lino, para la urdimbre, y lana para la felpa son los ingredientes necesarios para la confección que a lo largo de tan dilatada experiencia fue perfeccionando la saga de los Nistal. Los tres hermanos que han llegado con esta tradición hasta el siglo XXI echan el cierre definitivo a esta delicada y paciente artesanía, agobiados por la ausencia de encargos y la falta de relevo generacional. Un lacónico anuncio en la prensa pregonó la liquidación de existencias en los últimos meses. Pero ninguna institución se dio por aludida. Han hecho oidos sordos en los últimos años a las llamadas de auxilio de la insólita industria artesanal. Pero el pasado, lo viejo, los viejos nos estorban. Ni el uno de los otros forman parte de las emergencias mundiales; los viejos son como los pueblos: olvidados en boca de todos. El saber que atesoran los artesanos y la vida que surca las arrugas de los ancianos son bienes devaluados, sin glamour ni gancho publicitario. Si acaso dan para uno o dos cursos de verano para mayor gloria de la clase política, que se pone una pátina de intelectualidad en los campus de estío. Vueltas y más vueltas a la dependencia (otro eufemismo para la vejez, la discapacidad), como una noria en pleno y caluroso, tórrido verano, mientras la realidad expulsa a los dependientes de los hospitales porque ya no son útiles para el bisturí. El exilio no ha terminado. Hay nuevos exilios.