Diario de León

A CAMPANA TAÑIDA

Reformar la Ley Electoral

Publicado por
FERNANDO DE ARVIZU
León

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CADA CUAL habla de la feria según le va en ella, dice el refrán. El PP ha ganado las elecciones gallegas, pero no puede gobernar porque no tiene la mayoría absoluta: le falta un escaño. Es frustrante y ese sentimiento ha hecho decir a Rajoy que la Ley Electoral debe ser modificada para evitar bisagras y coaliciones que no representan los votos realmente obtenidos. Inmediatamente, desde el partido socialista se ha calificado tal intención como desatino. Algún comentarista digno de respeto por su ecuanimidad ha dicho que no es elegante pedir que se cambie la ley cuando no se ha alcanzado el número de escaños suficiente para gobernar. Pues ni tanto ni tan calvo, porque si bien es cierto que el estado de ánimo ha influido en la petición de reforma, no lo es menos que la situación es exactamente ésa: las minorías convertidas en llave de la gobernabilidad imponen sus exigencias y falsean con su influencia el resultado de las urnas. Y no hay que tener empacho alguno en proclamarlo así, aunque sea legal hoy por hoy. Hagamos un poco de historia. La Ley Electoral data de 1985 -ya tiene veinte años- y ha sufrido hasta hoy nada menos que nueve modificaciones. Tiene tantos remiendos que no vendría mal volver a tramitar una nueva. Además, la actual recoge una exigencia formulada en la Transición por los partidos regionales, que veían con lógica preocupación que se primase a los partidos nacionales con merma de la representación de las minorías en el Parlamento. Y como en aquel entonces se trataba -ante todo- de que los vascos y los catalanes entrasen en el juego político que desembocó en la Constitución de 1978, se accedió a todas sus exigencias, dando a las minorías un peso que -si acaso estaba justificado en aquellos momentos- ha venido produciendo el efecto perverso de que unos pocos escaños impongan su ley a la voluntad general de la nación. Estos partidos no reconocen tal nación, pero ése es su problema, no el de España. Ahora, con el tripartito en el Congreso de los Diputados, en Cataluña, en el País Vasco y el bipartito en Galicia, estamos sufriendo esa situación, en la que yo creo que hay que hacer distinciones. En unas elecciones generales, habría que subir el porcentaje de votos para tener representación parlamentaria. No es lógico que los 8 diputados de ERC tengan secuestrado -ésa es la realidad- al gobierno del PSOE. En la ciencia electoral moderna hay mecanismos que pueden corregir tal aberración. En las elecciones autonómicas la cosa es distinta, al ser las elecciones de otra índole y en otro ámbito. Y aunque sea doloroso quedarse a un escaño de la mayoría absoluta, no veo la razón para cambiar la ley sin antes haberla cambiado en lo que se refiere a las elecciones generales. Es de suponer que las minorías se opongan, pero como este gobierno ha demostrado que sabe ignorar a las minorías cuando le conviene, está perfectamente capacitado para conducir la reforma. Otra cosa sobre la que debe meditarse son las listas abiertas: aquí habrá más lío, porque como dice un político: «me da igual quien esté, con tal de estar yo». Y los partidos prefieren ser ellos quienes nombren a los candidatos por razones que no necesitan explicación.

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