Scotland Yard busca al «cerebro»

NO SE sabe quién coordinó el salvaje atentado de Londres aunque se sospecha que pertenece al Estado Mayor de Al Qaeda. La Policía sabe ya casi todo lo demás, por ejemplo el nombre y la nacionalidad de cada uno de los asesinos que tuvieron mucho gusto en inmolarse. Pertenecían a la clase media y eran tipos corrientes según los vecinos. Tampoco ignora los responsables de Scotland Yard que hay otros 200 jóvenes preparados para morir matando. La mayoría de ellos han sido minuciosamente entrenados en países como Siria, Afganistán o Pakistán. Aún no está estudiada la extraña capacidad del islamismo para reclutar muchachos británicos dispuestos a suicidarse estrepitosamente. Montones de chicos llamados Mohamed, Hasib o Shehzad esperan su turno. Carne de cañón no falta, pero no se sabe dónde está el cañón. ¿Quién es el «cerebro» que le ha lavado el cerebro a tantos aspirantes a mártires? Sin duda es alguien muy inteligente, entendiendo por inteligencia esa peculiar mezcla de habilidades, destrezas y experiencia, pero no la capacidad de entender o comprender. Siempre me ha sorprendido el uso de la expresión «genio del mal», aplicada, por ejemplo, a Hitler. Una de dos: o genio o del mal. Ninguna persona muy inteligente se levanta por la mañana pensando en la manera mejor para hacerle daño a alguien, a cuantos más mejor. Un especial talento sí puede asistir a ese tipo de personas, pero la inteligencia es incompatible con la maldad. Un cierto deseo, quizá oriundo de una inclinación natural, de hacer el bien es lo que caracteriza a las personas inteligentes, que son muchas. La prueba es que el mundo sigue andando, pese a los malvados. Si la Policía encuentra al «cerebro» de los atentados es posible que sea alguien vulgar. Uno de esos fanáticos que no saben lo que quieren y no descansan hasta conseguirlo.