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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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POR FIN, poco a poco, vamos entendiendo en qué consiste la globalización: básicamente se trata de que un tipo llamado «El Chino» pueda estar en contacto con otro, apodado «El Egipcio», para perpetrar atentados en Europa. El mundo es un pañuelo, pero empezamos a confundirlo con un turbante desliado. Ahora nos cuentan que el 11-M tuvo como objetivo principal echar a José María Aznar. Si es así hay que reconocer que su éxito fue completo, aunque haya que deplorar la muerte de tantas personas inocentes. De todas maneras, como ha recordado el ministro del Interior francés, «los españoles votaron y eso es democracia». Las cosas que suceden en algún lugar del planeta ocurren en todos. Hay que darle la razón a aquel poeta chino que descubrió que cuando una mariposa bate sus alas, diseñadas por Mondrian, en algún sitio muy distante puede producirse un cataclismo. Todos los terrícolas somos vecinos, aunque las barriadas estén lejanas. Lo que ocurre es que muchos inquilinos quieren librarse de otros, que les resultan molestos. La tendencia general es la de eliminar gente cuya religión y costumbres sean distintas, pero existe una intercomunicación que antes no se daba. Eso explica que en la cárcel de Castellón le hayan dado una paliza al presunto líder de Al Qaeda en España, «Abu Dahdah», en represalia por los atentados de Londres, pero puestos a eliminar fugitivos habitantes hay que reconocer que ningún procedimiento puede ser más válido que el que propone la ONU para acabar con la pobreza: el aborto libre. Lástima que no lo practicaran las madres de los que ahora lo postulan. Hay que distinguir entre «procreación consciente» y proabortistas, que es un vocablo chirriante que nos estremece incluso a los que creemos que vivir ofrece pocas ventajas, aunque sea una experiencia única en la vida. Entre las metas del Desarrollo del Milenio está que nos desarrollemos menos.

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