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Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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LA REALIDAD suele ser brutal, como nos demuestra a diario el lamentable teatrillo de la actualidad que se vive en Irak u ocasionalmente en grandes capitales como Madrid o Londres. La catarsis penitencial perpetrada por grupos de iluminados que se creen en línea directa con Dios y el propio Alá ha convertido el mundo en la auténtica antesala del infierno, un Decamerón en pequeño salpicado por ribetes de sobresalto. Lo que comienza por gusto suele acabar como religión, un patrón de engaño y autoconvencimiento para cierta clase de tipos más peligrosos que unas vacaciones en el triángulo de las Bermudas. Son los santitos; Fulanito de copas o Menganito de bastos que, en un alarde de estulticia, se creen instrumentos básicos de salvación capaces de rectificar el designio divino. Escrutándonos los adentros, es decir, hablando de León, también contamos con maestros en el arte de aprovechar las circunstancias y especialistas en el trato con las animitas milagrosas. Su actuación no es cruenta, excepto para la cartera de los agraviados, aunque al igual que los fanáticos de las bombas también prometen una vía hacia la iluminación. Ahí tenemos a los cuatro timadores detenidos en La Bañeza después de estafar 48.500 euros a un hombre más puro que la leche cuajada. La operación fraudulenta consistía en realizar unos rituales de santería con connotaciones demoníacas en los que se llegaba a sacrificar animales, cuya finalidad era solucionar los problemas personales y sentimentales del protagonista del sortilegio. Un canto al pegote que nos demuestra una vez más lo ya sabido: la tontuna siempre es culpable.

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