Diario de León

DESDE LA CORTE

Llega una nueva clase política

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FERNANDO ONEGA
León

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HAY OCASIONES en que compensa ser diputado, aunque sea un solo día, y aunque sea para poder decir: «Yo estuve allí». El «allí» fue ayer el Parlamento gallego. No se puede pedir más simbolismo al pleno de constitución. El destino ha querido que fuese don Manuel Fraga el presidente de la Mesa de Edad. Y fue, por tanto, el encargado de leer el nombre de la nueva presidenta, Dolores Villarino, la mujer que presenta justamente la primera imagen del final de la etapa fraguista. Visto desde la distancia, era como si el veterano presidente que empieza a dejar jirones de poder en las instituciones de Compostela estuviera abriendo la puerta a quienes lo han echado del gobierno. «Estamos haciendo historia», decía después la nueva presidenta. Ella se refería a que, por primera vez, una mujer preside la Cámara. Me pareció una visión limitada del momento. Que una mujer presida una institución debiera ser algo tan normal como que la presida un varón. No debiera ser siquiera un hecho informativo, aunque ocurra en Galicia. Galicia ha dado conselleiras y alcaldesas. Galicia ha dado dos ministras al gobierno central y la presidenta del Tribunal Constitucional. Darle carácter histórico a la presidencia femenina significa un fondo de marginación que subyace en nuestra mentalidad. Es como conquistar esa presidencia, no ganarla. Si la jornada ha sido histórica, lo ha sido también por otra razón: porque la constitución del nuevo Parlamento significa el comienzo del cambio del 19 de junio. Significa la experiencia apasionante de ver coaligados a dos partidos que, en principio, sólo se habían unido por la voluntad de relevar a la derecha, y ahora la votación de la señora Villarino supone que su pacto se ha puesto a funcionar. Y significa la llegada a la responsabilidad pública de una nueva clase política que está inédita en su forma de dirigir la comunidad autónoma. Esa clase política ha gobernado municipios y, en algún caso, zonas importantes de la Administración central. Sabe lo que es elaborar alternativas desde la oposición. Pero ahora tiene que demostrar todo lo demás. Lo primero ha sido negociar los términos de la coalición en un clima razonable y con generosidad. Aunque no todos los flecos están cerrados, podemos dar por bien aprobada esa asignatura. Y lo segundo, demostrar con hechos que su larga espera en los escaños de la oposición no ha hecho anidar en ella el humanísimo virus de la represalia. Parece que no. Al menos para el Parlamento, Dolores Villarino ha escrito las tres palabras contrarias: «tolerancia, respeto y justicia». Quédenselas, señores Pérez Touriño y Quintana: son un buen eslogan. Y, pensando en su gobierno, sólo me atrevo a añadirles otra: eficacia.

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