AQUÍ Y AHORA
Fuego
LA DESERTIZACIÓN de España es un proceso imparable que conduce indefectiblemente a convertirnos en un desierto. Cada verano, con más o menos pavor, los montes se queman y el ritmo de reforestación es insuficiente como para mantener el más mínimo equilibrio ecológico. Las causas son de sobra conocidas: la intención humana por sacar un beneficio o por pura maldad, el descuido y la falta de medidas preventivas suficientemente eficaces. Con los incendios tenemos asumida la misma posición de mansedumbre que con los accidentes de tráfico. Todos los veranos sabemos de antemano que arderán miles de hectáreas de bosque y nos resignamos como si fueran fenómenos imparables. Es éste un asunto estratégico que tendrá consecuencias irreparables si no se efectúa un plan de choque a medio y largo plazo que contemple medidas excepcionales de prevención de los fuegos y de sofoco y una política inteligente de reforestación para que las tierras desguarnecidas vuelvan a ser factores de crecimiento vegetal. Son planes que trascienden una legislatura y que, como las grandes obras públicas y las catedrales del medioevo, dependen de la fe en la trascendencia que se les quiera dar en el momento de poner en marcha las medidas cuyos efectos sólo verán nuestros nietos. La democracia es el mejor de los sistemas políticos que conocemos pero tiene el inconveniente que convoca a la inmediatez y limita los horizontes del largo plazo a los que no podrán concurrir ni los electores actuales, ni tampoco los políticos que ahora están en activo.