DESDE LA CORTE
Devolver la factura del Prestige
¿TIENE ya Zapatero su Prestige? La pregunta surgió, inocente, en una tertulia nocturna de radio. Y de pronto caí del guindo: ¡claro! ¡Es eso! Se trata ahora de convertir el incendio de Guadalajara en el petrolero del gobierno socialista. Se están buscando todos los parecidos posibles: una catástrofe ecológica; un fallo de los servicios oficiales de protección y auxilio; un retraso en la atención a las demandas de los afectados, y una ausencia física de los dirigentes políticos. La pena es que no estamos en temporada de caza, y no había nadie cazando. Pero se ha descubierto la prueba del nueve: el presidente Rodríguez Zapatero no estaba en su despacho. No se puso el buzo contra incendios. Había acudido a la ópera. ¿Lo veis? Todos los gobiernos son iguales. Ese clamor que ha empezado a surgir tiene, como los grandes incendios, dos frentes: el político y el mediático. En el político ha irrumpido, como es natural, el PP, que le ha pedido al presidente que «lidere esta crisis», como si hubiera otra forma de liderarla que poner los medios para que algo así no se repita. Después asomó Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, que también depositó sus acusaciones de «PSOE culpable»; pero más culpable que nadie, Zapatero, que todavía no visitó los parajes asolados. Se espera para los próximos días una invasión de acusaciones. No se puede desperdiciar un solo cadáver ni un gramo de ceniza con tal de acorralar a este gobierno. Hay que devolver la factura del «Prestige». Tampoco es manco el frente mediático. Cuando Zapatero anunció ayer las medidas que se llevarán al Consejo de Ministros, ya surgieron las primeras voces inspectoras y contables: ¡ha tardado cinco días en enterarse de que se había producido el incendio! Esas contabilidades no cesarán hasta verlo con el pantalón remangado entre las cenizas del monte. Si no tiene ese gesto, es que no piensa más que en seducir a Carod-Rovira. El pueblo que sufre le importa un carajo. Es cierto, se dirá, que la vicepresidenta Fernández de la Vega tuvo el instinto de acudir; pero ese argumento se combate con otro más eficaz: «Fue a hacerse la foto». O este otro que también escuché: «Desde el 'Prestige', los políticos saben que hay que estar allí. No tiene más mérito que ése». ¡Ay, Dios mío! Todo esto se dijo cuando los cadáveres de los once muchachos estaban siendo penosamente identificados; en el momento en que esos cadáveres estaban siendo entregados a sus familias. No se esperó siquiera a que estuvieran enterrados. Ni la pena de las muertes se respeta. Hay prisa, hay urgencia, por la rentabilidad política. En estos casos, lo siento muchísimo: la política contiene el virus de la obscenidad.