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Publicado por
JUAN F. PÉREZ CHENCHO
León

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NO ES un «hooligans» inglés del Manchester o del Liverpool, ni un activista de los Ultrasur del Real Madrid o de los Boixos Nois del Barça. No, no; es Rafael Hernando, un diputado camorrista al que, casi con total seguridad, no le gusta el fútbol, pero descarga su adrenalina en la política. No es un simple diputado del PP. Ha sido responsable de comunicación e imagen del partido conservador durante los primeros años de Gobierno de José Mª Aznar. En aquel cometido se distinguió ya por su capacidad para la intoxicación y la mentira. Recuerdo que Rafael Hernando anunció como escándalo supremo que tenía en su poder unos vídeos que demostraban la manipulación socialista en TVE. Tales vídeos nunca aparecieron ni fueron visionados. Fue una bravuconada política que el tiempo ha sedado hasta el olvido. Rafael Hernando no se retractó ni dimitió. En el escándalo actual aplicará la misma técnica. Ya ha declarado que su visceralidad política fue un mero incidente de pasillos y «espero que Pérez Rubalcaba se disculpe». Esto es: que ejerza de puta y pague la cama. Es imposible una jeta más dura. Es elefantiosa y no la reblandece ni los «after shave» de La Toja o Baron Dandy, si que usa alguno de los dos. Rafael Hernando también es conocido por ser uno de los mayores provocadores y alteradores del grupo popular en el Congreso de los Diputados. Es uno de esos que, especialmente cuando interviene la vicepresidenta del Gobierno, Mª Teresa Fernández de la Vega, exhibe la mala educación y la grosería de señoritos de cortijo. Tomen nota y compruébenlo en el próximo ejercicio de sesiones. Este insigne ejemplar de la tribu de los «aznaroides», intentó anteayer agredir al portavoz socialista en el Congreso, Alfredo Pérez Rubalcaba. Tuvieron que evitarlo sus propios compañeros. Rafael Hernando demostró que, aparte de sus «otras virtudes», reune la de camorrista de taberna. Pisa las alfombras persas del Congreso, pero quizá estaría mejor encuadrado sobre la cerámica de las cantinas de Renfe tomando chupitos de orujo. El camorrista debería asumir como norma, no ignorarlo, lo dicho ayer por el presidente del Congreso: «En el Parlamento la palabra, el discurso, la inteligencia, el argumento, la solidez, el respeto entre todos y para todos, debe imponerse sobre el insulto, las emboscadas y el filibusterismo». Pero voy a cambiar de tercio. No lo hago para escribir sobre la nueva oleada de bombas en Londres, ni para confirmar la identidad del etarra Imanol Gómez, quien dejó su vida sobre la brea cuando huía de la policía. Cambio el tercio para anunciar la dimisión de la consejera de Medio Ambiente de la Junta de Castilla-La Mancha, asumiendo de mano y sin esperar los resultados de la investigación, que sin duda se creará, sobre el trágico incendio en el parque natural del Alto Tajo. Con su dimisión se reanuda una práctica ausente durante los últimos años en la política española. En la misma, nadie se responsabilizaba de nada. Nadie dimitía, y mucho menos, los camorristas.