Diario de León
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LUIS DEL VAL
León

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TODA Autonomía, por el mero hecho de serlo, sufre una intensa bulimia administrativa, que le impele a reclamar todas las competencias presentes y futuras. El principio parece lógico: lo mejor para el administrado es que el administrador esté cerca. Sin embargo, no siempre es así. En la administración de Justicia, por ejemplo, la proximidad del juez no es buena ni para el juez ni para el inculpado, ni para los ofendidos. Y, en el caso de bosques, una de las melonadas de catálogo fue la pretensión de que los bosques se aprendieran el mapa autonómico de España. Si ya es problemático atajar un incendio que podría afectar a dos o tres autonomías, aunque se constriña a una sola ya hemos comprobado que los recursos de extinción son bicéfalos para mayor gloria de la burocracia y en aras de la menor efectividad posible. Sería para sonreír de no ser porque hay unas cuantas personas que han perdido la vida. Uno de los alcaldes de los pueblos afectados, uno de esos tipos que sabe distinguir una carrasca de un brezo, ha dicho que en los despachos no tienen ni idea de lo que es un monte, lo cual es bastante aproximado a la realidad. No se es más importante por tener más competencias, sino por administrar de manera adecuada y eficaz las que se tienen. La bulimia autonómica, abanderada por la autonomías consideradas «importantes», ha confundido con todas sus miserias la cantidad con la calidad. Y al ciudadano español le da igual que los comedores escolares sean estatales o autonómicos. Lo que quiere es que sus hijos no vengan a casa con diarrea. O que no se quemen los queridos paisajes de su entorno.

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