TRIBUNA
La remolacha y la renta del cultivador
ANDA el sector remolachero de Castilla y León convulsionado después de la propuesta de reforma de la OCM del azúcar que presentó el pasado año por estas fechas la comisión, y de la que tenemos ya aprobado un borrador de Reglamento, entrando de lleno en un proceso de negociación en el seno del Consejo. Negociación que será dura, y que aún poniéndonos ante el mejor de los resultados posibles, no va a satisfacer las demandas de los cultivadores de remolacha. La remolacha era hasta ahora un cultivo rentable. Se ganaba dinero cultivando remolacha, unos más que otros, como en todo, pero había un necesario margen de beneficio que convertía a este cultivo en el que tiraba para adelante del resto de la explotación, enjugando muchas veces las pérdidas de otros cultivos castigados por el clima o los bajos precios. Y todo ello sin que a las administraciones públicas, y por tanto a la sociedad en su conjunto, le costase dinero, pues el sector se autorregulaba simplemente con mantener una necesaria protección respecto al mercado exterior. Un mercado exterior cuya agresividad no viene de una mayor eficacia en la producción, sino de vender más barato a costa de no respetar derechos fundamentales de los trabajadores ni normas esenciales de respeto al medio ambiente. Quiero dejar claro que si estábamos hasta hoy mismo ganando dinero cultivando remolacha, se debe fundamentalmente a la mayor eficiencia en la producción que han demostrado los cultivadores de Castilla y León, y no al regalo de nadie. En la actualidad una tonelada de remolacha tipo se le paga al cultivador a 48 euros, y hasta 10 años, es decir, en la campaña 95/96, se le pagaba a 7.550 pesetas, que serían 45,37 euros de los de ahora. Por tanto, y teniendo en cuenta la perspectiva de 10 años, con lo que ha subido el coste de la vida y particularmente los medios de producción agrario, el precio de la remolacha se ha incrementado en un 5,7%, una media de 0,6 puntos porcentuales al año. Por ello, la remolacha no la ha hecho rentable la Unión Europea, la han hecho rentable los remolacheros por la vía de abaratar costes, sobre todo en mano de obra, y de aumentar producciones a base de una utilización racional del riego, la maquinaria, los tratamientos, y en definitiva de todos los recursos. Y ahora que a base del esfuerzo del sector el cultivar remolacha es un negocio rentable, viene la Administración, en este caso la de Bruselas, y dice que basta de ganar dinero, que hay que recortar los ingresos de los cultivadores. Nos proponen bajarnos el precio casi en un cincuenta por ciento y compensar parcialmente con una subvención lo que dejamos de percibir por vía precios, obligando, aquí y a sí al resto de la sociedad, a ser solidaria con nosotros por vía de los impuestos. Y a la vez que nos bajan el precio, no aplican las mismas políticas respecto a los medios de producción, precisamente el punto flaco que tenemos y por donde nos entra la competencia de productores de terceros países. Ante esta situación nos encontramos con los agricultores remolacheros preocupados por sus economías, preocupados por la rentabilidad del cultivo, y preocupados por la viabilidad de sus explotaciones si el producto que tiraba del carro, la remolacha, deja de ser rentable. Pero nos encontramos también con otros colectivos, que no están preocupados por las rentas de los remolacheros, sino por si se va a seguir sembrando o no remolacha en Castilla y León, que es otra cosa distinta. Mi opinión, y creo que la de Asaja como organización, es que con esta propuesta de reforma, a poco que se perfile, se va a seguir sembrando remolacha en Castilla y León, y quizás más remolacha que nunca, pero no es menos cierto que se estaría cambiando el dinero, se estaría invirtiendo y trabajando en el campo para no obtener resultados económicos. No basta con asegurar que los camiones van a transportar remolacha a las azucareras, no basta con asegurar que no cierren las fábricas, no basta con asegurar que vamos a seguir consumiendo las mismas toneladas o más de semillas, fitosanitarios y abonos: se necesita que los remolacheros se vean justamente remunerados en su inversión y su trabajo. En esto está Asaja, en que la remolacha en un futuro sea un cultivo que por la vía de las subvenciones, permita cubrir los costes y dar un margen de beneficio algo superior al de otros cultivos más cómodos y con menos riesgo, pues no nos olvidemos que para ganar lo mismo que con el cereal o el maíz no hace falta romperse tanto la cabeza. La propuesta de Bruselas, tal cual la tenemos hoy encima de la mesa, permite a los industriales coger los euros y salir corriendo, y por el contrario a los remolacheros les ha dejado con el patrimonio mermado al haber perdido el valor los cupos de producción, por lo tanto ya no es una propuesta equilibrada. A poco que se negocie, garantizará el seguirse sembrando remolacha, y por tanto la actividad y el margen de beneficio de industriales y quienes intervienen en toda la cadena, pero no garantiza que los remolacheros puedan seguir ganando dinero, fin último y legítimo de cualquier negocio.