Tiempo de crispación

CASI POR cualquier cosa, o sin el casi, los políticos están llegando a unos niveles de crispación desconocidos en lo que llevamos de democracia. En los veintiocho años que ya hace que recuperamos la democracia, nunca antes un simple malentendido (que, por lo que yo sé, es lo que puso al diputado popular Hernando al borde de agredir físicamente al socialista Rubalcaba) había provocado una escena tan tabernaria como la que se produjo la semana pasada en el Congreso. Hablemos de la lucha contra el terrorismo, la cuestión territorial, la reforma de la educación, los matrimonios entre personas del mismo sexo, el agua, el fuego o el carné por puntos, los insultos ocupan el lugar que deberían ocupar los argumentos. Aunque en lo que llevamos de democracia hemos atravesado tiempos mucho más difíciles que los que hoy vivimos, nunca antes el Gobierno y la oposición habían llegado tan bajo, y tan lejos Los dos grandes antagonistas de esta película, Zapatero y Rajoy, están donde están -uno en el Gobierno y el otro en la oposición- porque así lo han querido los ciudadanos en las urnas. Pero, ni el primero reconoce al segundo el derecho a discrepar, ni el segundo reconoce al primero el derecho a gobernar. Con igual saña, populares y socialistas se niegan toda legitimidad para hacer «su trabajo»; los dos parecen haber perdido los papeles y los nervios. Instalados, el PP en el no porque no a todo lo que se mueva, y el PSOE en el «rabia rabiña que tengo una piña con muchos piñones y tu no los comes». Creo que todos necesitarmos un respiro.