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TRIBUNA

Leonesistas conversos o porfiados castellanistas

Publicado por
LUIS HERRERO RUBINAT
León

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SON TIEMPOS de embaucadores y de profesionales del engaño. Con la reforma de un estatuto de autonomía que en León casi nadie quiere (ni el estatuto como está, ni la reforma que se pretende) socialistas y populares intentarán quedar bien con casi todos los leoneses. El PSOE ha roto el hielo aunque sea por contrarrestar la propuesta de los socialistas vallisoletanos, ensalzada sin demora por el alcalde de esa capital, por la que exigen que en el nuevo estatuto de autonomía figure Valladolid como la capital de la Comunidad. Así que puestos a derrochar ingenio y en un alarde de generosidad proponéis que los plenos de las Cortes de Castilla y León en los que se debata el Informe del Procurador del Común se celebren en León. Angelitos. Mira que reconocéis la relevancia de las Cortes leonesas de 1188 ¿y todo lo que se os ocurre reclamar, ahora, es un pleno al año de las Cortes de Castilla y León? Los mismos que, junto al PP, habéis votado en contra de que la sede del parlamento autonómico se ubique en León ¿creéis quedar bien con los leoneses pidiendo que un pleno al año, uno solo, se celebre en la capital del Viejo Reino? Frío, frío. Si cualquier otro país del mundo tuviera el privilegio de ser la cuna del parlamentarismo democrático, a la ciudad donde se hubieran celebrado las primeras Cortes no se la hubiera hurtado la capitalidad autonómica. Yo os quiero ayudar a quedar bien con los leoneses, a hacer creíbles vuestros brindis al tendido electoral. Empezad por retirar esa propuesta de miseria, migajas y calderilla. Exigid, al menos, que la sede del legislativo cambie de ubicación. Es lo mínimo que se le puede ofrecer a León. Está bien que ahora reconozcáis que León y Castilla son dos regiones y que históricamente la segunda nació del primero; que León ya era una realidad señera cuando a Castilla le quedaban siglos para ver la luz. Pero, angelitas y angelitos, esos cambios de postura y la constatación de hechos objetivos, para ser creíbles, deben ir acompañados de iniciativas coherentes con los nuevos postulados. No sirve limitarse a proponer que en el Preámbulo del Estatuto se haga una mención a las «Coronas de León y de Castilla», así, por ese orden. Frío, frío. Lo que procede es reconocer el derecho de León a su autonomía o, en caso contrario, explicar porqué siendo la región más antigua de España es la única a la que se le niega ese derecho. Y aún manteniendo el ámbito territorial de la Comunidad, explíquese el porqué ese reconocimiento de la prioridad de León frente a Castilla se limita a una línea, una sola línea además del Preámbulo, y no se extiende a todo el estatuto; incluyéndolo, también, en la propia denominación de la autonomía. ¿O es que de lo que se trata simplemente es de quedar bien con los leoneses sin perturbar las aspiraciones de los angelitos de Valladolid, quienes quedarían al borde del «delirium trémens» si el invento autonómico pasara a denominarse «Comunidad de León y Castilla»? Para quedar bien con los leoneses necesitáis un discurso más creíble y más coherente: es que así parecéis animadores de tómbola o vendedores de corbatas. Gozaríais de mucha mayor credibilidad si reconocierais el derecho de los leoneses a su autonomía y os posicionarais en el camino para conquistarla. Entre tanto hay pasos que podéis dar para hacer menos sangrante la permanencia de León en una autonomía que detesta. Repartid el pastel de las instituciones entre las dos regiones con equidad. Que la reforma del estatuto sirva para romper el resultado ominoso que presenta actualmente la distribución de las principales sedes: Valladolid-todas, León-ninguna. Descentralizad, reconociendo, por ejemplo, a la Diputación Provincial la capacidad para asumir las competencias que en estos momentos se gestionan desde la Delegación Territorial de la Junta en León. Respetad la realidad de las dos regiones y, de una vez, apárquese la locura dispendiosa de presentar una identidad, una conciencia regional, un territorio uniforme. La supresión del 23 de abril como día de la Comunidad sería un primer gesto de gran valor simbólico para los leoneses. El primero después de que abandonéis la Fundación Villalar, a la que pertenecéis como patronos fundadores, cuyos objetivos son irreconciliables con los nuevos postulados que decís defender. ¿O creéis que no se entendería como una nueva tomadura de pelo a los leoneses pretender compatibilizar la idea regional de León con la pertenencia a esa infame Fundación? No quiero ser mal pensado, pero tal y como lo veo extraigo tres conclusiones de lo que vengo observando. La primera es que hasta en pedir os han ganado vuestros compañeros pucelanos. Ellos plantean dejar atado y bien atado el estatuto para que todo siga en Valladolid y vosotros, angelitos de aquí, lamentablemente y hasta la fecha, no ofrecéis más que humo, confusión y distracción. La segunda es que nuevamente utilizáis el doble discurso que consiste por un lado en decir lo que los leoneses quieren oír pero actuando, exactamente, en sentido contrario. Por último creo sinceramente que los leoneses saben perfectamente cuándo se les utiliza, se les manipula y se les engaña. Es legítimo defender la opción que representa la Fundación Villalar, el sentimiento de pertenencia a una comunidad artificial, el centralismo asfixiante en el que se apoya y la negación de los valores que distinguen a León como pueblo diferenciado. Es legítimo acudir al monolito, allí, con la corona de flores, cada 23 de abril, entronizando al comunero. También cabe presentarse como candidato por Valladolid, «porque es la capital». Es tan legítimo estar en el campanario como en la procesión, pero no es posible estar en los dos sitios a la vez. No es moral la pretensión de embarullar y confundir a los ciudadanos. No es democrático enmascarar, además de modo vergonzante, los principios y valores que se defienden cada día en las instituciones. Y, por fin, no podemos aceptar el desparpajo de quienes militan en el castellanismo porfiado y se presentan como leonesistas conversos. Sencillamente porque constituye una infamia utilizar el sentimiento de región de los leoneses como si de un burdo señuelo electoral se tratara.

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