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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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PARECE que el primer ministro bitánico Tony Blair está dispuesto a vengarse por adelantado o, como dice mi viejo amigo Máximo (mucho tiempo sin vernos, Máximo, y cada vez nos queda menos tiempo), a darle órdenes a Scotland Yard de matar al terrorista aunque no sea terrorista. En las épocas difíciles no es fácil acertar con las medidas que es necesario tomar para que dejen de serlo y vengan otras mejores. La de recortar las libertades es siempre la primera, pero tiene el inconveniente de que perjudica por igual a los verdugos y a las víctimas. Las propuestas del primer ministro británico, entre ellas la de elevar el tiempo de arresto a un trimestre, no le han gustado ni a los conservadores ni a los liberales. Tampoco va a gustarles que autorice a la policía a grabar conversaciones de sospechosos sin orden judicial. Algo habrá que hacer después del bárbaro atentado de Londres y Blair lo está haciendo ahora en vez de haberlo hecho antes. Quienes somos enemigos de la pena de muerte sólo la aceptaríamos para un terrorista si pudiera aplicarse la víspera de cometer el atentado, pero como eso no puede saberse lamentamos que en cada persona de epidermis oscura se vea a un presunto criminal. Tengo entendido que hay por lo menos unos doscientos kamikazes islámicos en lista de espera. En primer lugar todo indica que les han lavado el cerebro y después les han dado instrucciones concretas para la utilización del turbante como toalla. Ese estado de cosas le hizo decir a nuestro presidente del Tribunal Supremo que «tirar a matar» se entiende porque estamos ante la Tercera Guerra Mundial. Poco después tuvo que desdecirse, como es natural. El terrorismo está haciendo que unos pierdan la vida y otros pierdan los nervios y quizá no haya más remedio que recortar las libertades. Si se recortan demasiado la Carta Magna puede llegar a tener el tamaño de un sello.

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