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León

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LA comisión para la rehabilitación de la memoria de las víctimas del Franquismo se ha ido de vacaciones. Sus conclusiones están todavía por escribir a pesar de que el Gobierno se comprometió a avanzar algún resultado en el mes de junio. Corresponde al Gobierno determinar el grado de compromiso con la memoria mutilada durante la dictadura franquista y sepultada con los pactos de la transición a la democracia. La reconstrución de la memoria ya está en marcha. En la historia y en los símbolos. El derribo de estatuas de Franco en Madrid, como la desaparición del monumento a los caídos de Valderas, por ir más cerca, se ha tenido que hacer con nocturnidad y silencio, con una especie de sentimiento de culpa injustificado cuando se van a cumplir treinta años de la muerte del dictador. Simbólico es el recuerdo a los paseados enterrados en una fosa común en el cementerio de Puente Castro. O los monumentos que se han erigido en Sancedo, Lario y otros pueblos de la provincia donde se han excavado o destapado las fosas de la vergüenza. Pero a la comisión de expertos le toca resolver sobre algo más allá de lo simbólico -con toda la fuerza que entraña el símbolo-; se trata, como señala Amnistía Internacional, de preservar el derecho a saber y cumplimentar el deber de no olvidar. Y ello incluye, al menos, investigar los crímenes contra el derecho internacional cometidos contra la Guerra Civil. No olvidemos que somos el país que exigió la extradición de Pinochet y condenó al ex militar argentino Scillingo por crímenes de lesa humanidad.

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