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A CAMPANA TAÑIDA

«Acabaremos pudriéndonos todos»

Publicado por
FERNANDO DE ARVIZU
León

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ESTA ES la frase que oí, literalmente transcrita, a un altísimo cargo de la Comunidad Autónoma en una reciente visita a León. No trataba de resaltar el triste destino del cuerpo humano cuando muere; tampoco de esbozar una meditación sobre lo efímero de esta vida, no. Era una argucia para salirse por la tangente sin contestar a lo que su interlocutor le estaba planteando y que, al oír tan peregrina respuesta, se quedó a cuadros. Por su semejanza, viene al caso referir lo acaecido con un político franquista, quien consiguió acercarse al dictador para preguntarle las razones de una decisión que le afectaba. Franco evitó mirarle, se puso de través y le dijo antes de alejarse: «Desengáñese, Fulano, ¡vienen a por nosotros!». Años y palabras aparte, es evidente la similitud, tanto por la treta empleada como por la estupefacción que ésta causó. Lamentablemente, las frases y actitudes de puro escapismo no son infrecuentes en los que mandan en la cosa pública. Concedamos que, en la vorágine de su diario quehacer, tratan de no olvidar que sirven a la sociedad. Pero ésta no tiene cara: es un ente impersonal, lejano y etéreo. Y olvidan que tratan con personas de carne y hueso, a las que tienden a considerar como números, conceptos metafísicos o entes de ficción. A esta podredumbre sí que debieran tenerle miedo los que se dedican -o nos dedicamos- a la política. Porque si en toda actividad humana los modos siempre son importantes, en política son indispensables. Cierto es que los que acuden al que m anda lo hacen normalmente para pedir. Hay algunos que dan, pero son los menos. Unas veces se podrá atender a su demanda y otras no, esto todo el mundo lo entiende. Por eso resulta inútil, cuando no perjudicial, refugiarse en la inaccesibilidad del cargo -lo que puede ser prepotente, pero también cobarde- o emplear frases desconcertantes, acaso ridículas y siempre extemporáneas, para eludir una respuesta o evitar comprometerse. Hay que reivindicar para la política el buen talante. Es decir: las formas, la buena educación, el respeto y la verdad en el trato con la gente. Una vez oí decir a alguien importante: «En política nadie olvida nada, como no sea la gratitud». Pues si esto es cierto, que lo es, la consecuencia brota por sí sola. El político no debe crearse enemigos innecesariamente. Las largas cambiadas no cuelan y quien abusa de ellas perdura poco. En posteriores artículos iremos desmenuzando estas actitudes vituperables, que debieran estar en desuso y podridas. Podridas por completo. La nota verdaderamente triste la pone el fallecimiento de la senadora Cristina Tejedor en accidente de tráfico. Una vida segada de forma estúpida por culpa de la maldita carretera. La traté sobre todo en la legislatura anterior, en la que ambos coincidimos en el Senado. Era toda una señora, también en la política. Abuela pese a su juventud, estaba orgullosísima de sus nietas. Siempre, en estas tragedias, aparece como una cuchillada el desgarro de una familia. El Partido Popular pierde una gran senadora y una gran persona. Algunos hemos perdido aún más: una compañera de tareas a quien admirábamos y una amiga. Descanse en paz, su recuerdo no se borrará.

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