EN EL FILO
¿A qué espera ETA?
ESA es la gran cuestión del momento, la enorme expectativa y esperanza, una vez producido el acontecimiento sin duda histórico de nuestros días: el anuncio serio, formal y largamente debatido y esperado, de que el IRA abandona las armas, asume la vía democrática y se propone luchar por una Irlanda unida sólo con medios democráticos y pacíficos. Con lo cual, deja a ETA como única banda terrorista en Europa, aunque ésta sea una afirmación perfectamente discutible una vez que han hecho aparición, tanto en Madrid, en Londres como en Estambul o Ankara, las distintas franquicias de Al Qaeda que operan en el mundo y dejan espectaculares rastros sangrientos. Pero lo cierto es que la más veterana de las bandas armadas que han venido operando en nuestro Continente desde hace más de cuarenta y cinco años, con un «activo» de unos tres mil seiscientos muertos en su haber, ha decido, finalmente, «cambiar de oficio» y abandonar el de matones bien comprobados y experimentados. No ha sido un proceso sencillo, y cabe imaginar que tampoco lo será el cambio de la banda ETA a una fuerza política, por más que ya disponga, de antemano, como sucedía con el IRA, de su brazo político. Sucede, sin embargo, que el Sinn Fein mandaba sobre el IRA, y en el caso español es ETA la que determina y actúa sobre Batasuna y sus restantes «mil nombres» de actuación en la sociedad civil. De manera inevitable, la deposición de armas por el IRA fuerza a hablar del proceso de paz y negociación abierto con la banda ETA. El propio Rodríguez Zapatero, forzado a hablar de ambos procesos y a compararlos, tras señalar las sustanciales diferencias entre uno y otro, ha reclamado confianza en que también el grupo terrorista etarra tenga un final feliz, como el que ahora anuncia el IRA. En cuando a la evolución de acontecimientos, se expresan no pocas dudas sobre la dificultad de que el proceso llegue a su final. Muchos miles de militantes o activistas del IRA han hecho que su vida girara en torno al crimen organizado, han vivido de él y para él. Y no resultará fácil esa conversión profunda al que fuerza el cambio radical y definitivo de «oficio». Pero habrá valido la pena el esfuerzo que se haya efectuado por todas las partes para recuperar para la sociedad civil a cuantos han derramado sangre a raudales y han causado tanto dolor durante casi medio siglo. La razón de ser, las motivaciones, la historia del IRA y de ETA son sustancialmente distintas. Pero la transformación del IRA en una fuerza política democrática y pacífica no puede sino alentar las esperanzas de que ETA también termine dando los mismos pasos en un período de tiempo no excesivamente prolongado, en el que tampoco habrán de faltar tensiones.