Diario de León
León

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Las perséidas regalan deseos a quien las aviste en su fugaz vuelo por el firmamento en estas noches de agosto. Y León, con la clase política en fuga hacia playas y destinos exóticos, regala algunos de sus mejores momentos a quien se atreva a salirse de la autovía y de los resort para saborear lo que queda de sus pueblos, a los que el estío devuelve gran parte de la vida arrancada por las ciudades. Villamejil atrapa en su eterna soledad la estampa de Don Quijote al convertirse en sede una exposición de copete cultural, en La Bañeza un curso de verano sobre el espacio y el tiempo de la memoria se desliza con música y poesía por el cauce histórico de la Presa Cerrajera, degustando el arte que la circunda desde Carrizo hasta Valdefuentes, las vistas y el tañido de las campanas en Villavante. En Villablino el alumnado de la Universidad Carlos III tenía como actividad obligada conocer las sendas del oso, en Jiménez de Jamuz le dan una oportunidad a la tierra en un curso sobre el tapial y en León el Musac se ha convertido en la Meca del arte emergente. El paisaje está agostado, incluso se quema irremediablemente, sin tregua de los pirómanos que incendiaron Pombriego, aunque la perspectiva de las vacaciones, trace fugaces espejismos. Porque Villablino da lecciones magistrales de cielos abiertos, Cepeda, Cabrera, Ancares, la Montaña... de despoblación; La Bañeza y el Páramo de la crisis de la remolacha y León de la de Antibióticos... Pero en este tiempo hasta las crisis se agostan o se amodorran como las ovejas.

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