Cerrar

TRIBUNA

El boxeo femenino como estrategia de igualdad

Publicado por
Enrique Javier DÍez Gutierrez
León

Creado:

Actualizado:

Aparece como una noticia importante en la edición del Bierzo del Diario de León que «catorce mujeres han comenzaron en Ponferrada un curso de boxeo». Cada persona es libre de apuntarse a los cursos que quiera. Mi estupor no tiene nada que ver con estas catorce jóvenes. Mi estupor tiene que ver con quien ha tenido la idea de promover esto como una actividad «contra la discriminación de sexos» dentro del Segundo Plan de Igualdad del Consejo Comarcal del Bierzo. Creo sinceramente que el Consejo Comarcal debería replantearse la finalidad de ese curso. Mi estupor tiene también que ver con el énfasis que pone y la visión que sobre la igualdad tiene la responsable del reportaje que aparece en el Diario de León, el sábado 30 de julio de 2005, sobre este tema: «golpes directos contra el machismo y ganchos perfectos contra la discriminación sexual». «Sin bajar la guardia, catorce mujeres bercianas acaban de emprender una lucha con un curso de boxeo para defender la igualdad de condiciones entre hombres y mujeres». «Las jóvenes bercianas interpretan en el mundo real el papel de jóvenes luchadoras inmersas en fuerza y voluntad para equipararse al sexo opuesto». «El Consejo Comarcal del Bierzo ha trasladado el conflicto discriminatorio a la esfera deportiva, un terreno olvidado en políticas de igualdad». «Así, se brinda una oportunidad para demostrar que no existen barreras sexuales en la práctica de deportes tradicionalmente masculinos». Y tiene que ver con el «humor gráfico» que le acompaña en un contexto que se relaciona muy directamente con la violencia machista. Las estrategias de igualdad no son aquellas que proponen a las mujeres igualarse en el machismo con los hombres. Es hora ya de que los hombres empecemos a cambiar. De que dejemos de concebir la igualdad como una calle de dirección única en la que las mujeres tienen que aprender a ser como los hombres. Es mejor que no aprendan a imitarnos. Tal como denuncia Michael Moore (2003): «¿A cuántas mujeres se les ha ocurrido exterminar a una raza entera? ¿Cuántas mujeres han vertido petróleo en los océanos, agregado toxinas a nuestros alimentos o insistido en que los deportivos utilitarios sean cada vez más grandes? De las 816 especies vitales para el ecosistema que se han extinguido desde que Colón se extravió y apareció por aquí, ¿cuántas creen que fueron liquidadas por mujeres? Todos sabemos la respuesta», dice. ¿Es este el modelo que han de imitar las mujeres para parecerse a los hombres? ¿Y si los hombres somos los que nos planteamos cambiar? Aprender a concebir el mundo desde la perspectiva de la cultura femenina. Desde la ternura, el afecto, el cuidado, la comunicación y la solidaridad. «Ellas continuaron alumbrando vida, mientras nosotros seguíamos destruyéndola siempre que podíamos», sigue diciendo este autor. Las mujeres llevan años, y siglos, reflexionando sobre su condición y la situación vital en la que viven. Pero ¿cuándo vamos a reflexionar nosotros? Es necesario que se produzcan cambios en la idea de qué es ser hombre. Hay que iniciar la deconstrucción de lo que se entiende como masculinidad, igual que se ha hecho y se continúa haciendo con lo que se entiende con feminidad en sentido tradicional. Los hombres como grupo, debido a nuestra posición de dominio, no analizamos nuestras formas de comportamiento, nuestras reacciones y formas de actuar y tendemos a pensar que nuestra forma de actuar, como el boxeo, es la natural, la que corresponde, por lo que somos más reacios al cambio. Ni siquiera nos lo hemos planteado. Y pocos son los talleres que se vienen planteando en este sentido. Aunque cuando se han hecho han tenido bastante éxito, a juicio de quienes los han organizado. Si en vez de dirigir sólo las acciones formativas y de sensibilización hacia las mujeres las dirigiéramos más hacia los hombres, que son los que realmente tenemos que cambiar, quizá las cosas empezaran a funcionar mejor. Porque ya hemos visto muchos cursos, mucha formación a la que asisten de forma invariable las mujeres, mientras muchos hombres se quedan en los bares jugando la partida. ¿Y si nos atrevemos a llevar «la formación al monte», ya que «el monte no quiere ir a la formación», es decir, a los sitios ocupados «tradicionalmente» por los hombres? Por supuesto que «no hay deportes de hombres y deportes de mujeres, ambos pueden ser practicados con independencia del sexo» como se explica en el artículo. Lo que se trata es de si, para promover la igualdad, la política adecuada es enseñar a las mujeres a actuar y entrenarse de acuerdo con los comportamientos y la cultura machista que se viene cuestionando desde hace años y que es una de las raíces y de las causas de que haya tantas mujeres asesinadas por esa violencia cultivada con tanto esmero en dicha cultura machista. ¿C ómo es posible que diversas asociaciones y colectivos se estén manifestando todos los lunes a las ocho de la tarde en Ponferrada contra la violencia machista cada vez que una mujer es asesinada por un hombre y a la vez se promocione como forma de educar en la igualdad la exhibición de la agresión y la violencia?. ¿Es así como enseñaremos a nuestros hijos e hijas a resolver los conflictos? ¿Cómo vamos a educar en la igualdad en los colegios y enseña r a nuestro alumnado a convivir y a resolver los problemas pacífica y cooperativamente si se nos pone como modelo y ejemplo de igualdad la agresión gratuita? Porque no olvidemos que este llamado «deporte» no es únicamente una competición. Lo importante de él es la exhibición que conlleva. El mostrar ante los espectadores -y algunas espectadoras- la agresión entre dos seres humanos, hasta que uno de ellos o ellas es derribado y destrozado. ¿Es así como se propone el Consejo Comarcal del Bierzo potenciar la igualdad? Los chicos hemos sido socializados y educados en una cultura violenta de una magnitud sin precedentes. ¿Queremos ahora incorporar a las chicas a esta cultura? Los niños nacemos con capacidad para expresar nuestras emociones pero se nos socializa fuera de ellas o se nos enseña a expresar la ternura a través de la rudeza, (apretones de mano, palmadas en la espalda, exigencia,...). Nos han enseñado a no llorar y a pelear: «quien da primero, da dos veces», sentenciaban los más viejos de mi clase. Termino con una cita que me parece significativa de lo que he pretendido transmitir con este escrito: «¿Por qué no nos hacemos a un lado y les cedemos el puesto a ellas para que dirijan el mundo? Ya sé que usted es un paleto reaccionario que no quiere ver mandar a las mujeres. Pero si dejáramos que fueran ellas quienes se preocupen de construir una planta nuclear en Bahrein o de declarar la guerra a China o de decidir si las transmisiones de fútbol son de interés general, viviríamos ocho años más. Pues, hala, a callar» (Moore, 2003, 149). Pero, por favor, que no se dedique el dinero de los contribuyentes y las contribuyentes a enseñar a las mujeres también a pegar más alto, más fuerte y más duro. No integremos a las mujeres, creyendo trabajar por la igualdad, en la masculinidad dominante, que aplasta la humanidad de la gente. Los niños y las niñas lo que necesitan, por el contrario, son modelos más positivos, sanos e integrales en los hombres con quienes comparten su hogar y sus comunidades; modelos que les permitan un desarrollo cimentado en la equidad, la libertad y la esperanza. Si no podemos darles, hoy y aquí, la sociedad que necesitan y merecen, debemos al menos intentar ofrecerles modelos de conducta que reflejen nuestro compromiso con el cambio y con la paz, para que les sea menos difícil afrontar la segregación, la inseguridad y la violencia que, de hecho, les estamos legando en herencia si seguimos por este camino.

Cargando contenidos...