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Publicado por
JOSÉ CAVERO
León

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SERÁ CONVENIENTE, justo, digno y necesario, que quede constancia del agradecimiento que los periódicos de este agosto de 2005 debieran tributar al juez Juan del Olmo por haber hecho coincidir el final del tiempo del secreto sumarial con este verano tórrido en temperaturas pero, como es habitual en estas fechas, más bajo en propuestas informativas de otros géneros. De manera que, de modo inevitable, la mayor parte de los diarios se han visto en la necesidad de destinar a algunos de sus redactores a la tarea de estudiar y sintetizar los centenares de folios con las novedades que el juez aporta y, de este modo, hacer extensivos sus contenidos a los ciudadanos corrientes, a quienes no es frecuente que lleguen los sumarios judiciales ni siquiera cuando decae su etiqueta de «secreto de sumario». Sin embargo, es probable que, por la ausencia de sus redacciones de algunos de los periodistas que con anterioridad se habían venido ocupando del caso, y que ya estaban familiarizados, ellos y sus lectores, con cada uno de los protagonistas del drama, sea precisa una recopilación final que ayude a entender el relato global de los hechos y el quién es quién de esta historia de víctimas inocentes y de desalmados fanáticos que un mal día decidieron dar «a los españoles» un severo escarmiento sencillamente porque su Gobierno se había comprometido en la invasión de Irak. ¿Lo tendrán igual de claro Aznar, Acebes, Zaplana o seguirán sosteniendo, como todavía lo hacía recientemente Blair, que no existe la menor relación entre la implicación o relación de causa y efecto en la invasión y guerra de Irak con los «guerreros de Alá» pasados por la enseñanza de los más radicales y sus actuaciones criminales en Madrid o en Londres?. En opinión de quienes han seguido la «vida y milagros» de seres tan miserables y destructivos como El Tunecino, El Chino, El Egipcio, El Argelino y tantos otros de la misma ralea, -delincuentes de poca monta pero de horrendos efectos- el sumario del Juez del Olmo viene a ser un modelo de aportación de detalles en una historia compleja, enrevesada, nacida y pergeñada en su mayor parte en Madrid y en escenarios muy próximos al lugar mismo de la tragedia. Al ciudadano le interesará conocer, a fin de cuentas, cómo fue posible que todos los preparativos, con confidentes policiales, alertas y advertencias previas, se pudieron llevar a cabo sin que saltara ninguna alarma en los medios policiales o de la Inteligencia que el Estado tiene destinados a esas tareas en defensa de los ciudadanos y del Estado mismo, que de algún modo saltó por los aires con los cuatro trenes, víctima, también, de las mochilas de «los criminales por Alá».

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