El perro

SE HAN dado a conocer las conversaciones grabadas a uno de los responsables del 11-M, llamémosle el Imán Dinamita, que asegura muy ufano haber asestado un golpe definitivo al «perro de Aznar», castigo más que merecido por la delirante Islamofobia del estadista español y su resignación lacayuna ante los dictados del emperador Bush. Los fundamentalistas consideran al perro un animal impuro ya que cierto can descreído lanzó un mordisco a Mahoma, causando heridas al profeta tanto por alá como por acá. Comparar al señor Aznar con un perro me parece una ofensa gratuita para el simpático gremio canino, otro perverso y extremo ejemplo del choque de civilizaciones. Podían dejar tranquilo a nuestro Aznar, todo un faraón del tronío político, que menudas vacaciones conjuntas ha disfrutado con el italiano Silvio Berlusconi. Según testigos presenciales, el dirigente español estaba hasta el gorro de que cada mañana, cuando los pájaros comenzaban a trinar en la finca de Cerdeña, el chistoso Berlusconi le despertara a los alegres sones de «Oh, sole mío», uno de los temas estrellas de su repertorio como cantante semiprofesional. En cuanto a los radicales islámicos, tozudos en su tesis de que la única solución para la especie humana es acabar con ella, se inyectan la adrenalina coránica en vena viendo vídeos de decapitaciones, atentados y otras delicadezas que excitan sus genes guerreros con las consecuencias ya sabidas. Luego viene la ofrenda del martirio y ese paraíso donde, según sus pastores, les aguardan 72 vírgenes y 70 miembros de su familia. Una cuchipanda celestial en la que, por poner una pega, no sé a quién le tocará lavar los platos.