España como problema

EL PORTAVOZ del PP en el Congreso, señor Zaplana, acusa al Gobierno de dar luz verde a un proceso de desmantelación del Estado. Según Zaplana, todas las estrategias llevadas a cabo por los socialistas prueban que Zapatero «es consciente de seguir una partitura, la cual termina con la desaparición de España». ¡Ahí es nada!. El presidente Zapatero, convertido en mago prestidigitador -«nada por aquí, nada por allá»- y ¡zas!, España desaparece. Para el portavoz Zaplana, «es triste que no sea prioritario la economía, la política social o las cuestiones cuotidianas que interesan a los ciudadanos». Y que, por desgracia, la prioridad sea «como en la transición, el debate sobre el propio ser de España». Pues como lo fue, también en el 98, y en la restauración, y en la República. Y como en el franquismo de finales de los años cuarenta. Recuérdese el debate entre Laín Entralgo, con su libro España como problema , aparecido en 1.949 y Calvo Serer respondiéndole con su España sin problema , editado en el mismo año. El problema no es que vaya a desaparecer España, cosa imposible. El problema consiste en que hay que encontrar el modelo de Estado que se adapte a la verdadera realidad de lo que es España, para que todos nos encontremos satisfactoriamente y nos reconozcamos partícipes del mismo desde nuestra diversidad. Y eso será difícil conseguirlo mientras se siga manteniendo un concepto dogmático de España, inamovible, que no ha encajado nunca con la realidad. Mientras se sigan afirmando falacias como que los Reyes Católicos fundaron el primer Estado moderno de Europa, unitario y uniforme, como se quiere dar a entender -Isabel y Fernando nunca fundaron un Estado, y menos en el sentido actual del término- y que así hemos vivido desde durante siglos, hasta que aparecieron los «nefastos y artificiales» nacionalismos, será difícil encontrar una solución dialogada y consensuada. Contra el concepto dogmático -y encima, falso- de la historia es imposible llegar a acuerdos. Recurrir, como se hace a veces, al ejemplo de Francia donde existe un entusiasmo patriótico unánime y no hay nacionalismos que cuestionen la unidad, es desconocer la historia o querer manipularla. En Francia no ha existido una organización confederal como en España, y durante siglos, entre diversos reinos que, en el lenguaje actual, serían verdaderos Estados. No se preocupe, pues, el señor Zaplana que España no va a desaparecer ni es ese el propósito del presidente Zapatero. No levanten falsos testimonios con el fin de arrimar el ascua a su sardina. No quieran asustar al personal con artimañas y falacias. Apliquen un poco la racionalidad a sus mensajes y opiniones. Cambien las maneras de hacer oposición. Ya ven que, según las encuestas, no calan en la opinión pública. No tienen mucho efecto. En fin, ustedes sabrán.