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Publicado por
ANDRÉS ABERASTURI
León

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ASÍ, SÓLO a vuelamemoria, me vienen a la mente algunas cosas de esta Esquerra: quiere clausurar el Valle de los Caídos, cambiar la fiesta del 12 de octubre por el 14 de abril, que el Gobierno pida perdón al Rif porque en aquella guerra (1921) se usó al parecer «armas químicas». También quiere que la Constitución (la de ahora, no la del 1921) contemple el derecho a la secesión, que el Tribunal Constitucional se tome vacaciones y que el ejército sirva para apagar incendios, por ejemplo, pero nada de garantizar el orden constitucional ni la unidad. Y como no sólo quieren cosas, auguran el final de ETA y dice Carod que, contactos, haberlos haylos, y que para violencia, esa manía de los Gobiernos de Madrid de ilegalizar partidos. Personalmente creo que si Esquerra Republicana no existiera, habría que inventarla, porque es una especie a proteger. Cuando sale Carod a escena, ya se sabe que algo va a pasar. Lo malo es que yo, más que como el político de talla internacional que sin duda es, lo veo siempre como a punto de anunciar butifarra de la Casa Tarradellas en compañía de su nieto. Pero no: lo que anuncia suele ser siempre un disparate que últimamente cabrea incluso a HB, que ya es cabrear. De ahí el título de esta columnilla. Que no sé yo si con esta última batería de iniciativas graneadas sobre la reforma de la Constitución -más que una reforma sería casi un derribo- no debería salir Maragall a la palestra y ponerse él la corona de espinas, aquella tan famosa de su viaje a Jerusalén, y, con o sin foto, decir por lo menos «¡Señor, qué cruz me ha tocado con este tripartito!».

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