El barco negrero

SI SE organizara la Olimpiada de la Emigración es seguro que nos llevábamos más medallas que nadie, pero con el inconveniente de que los plusmarquistas mueren al llegar a la meta. 23 subsaharianos se han ahogado cuando ya divisaban la tierra prometida por las mafias. No aguantó más la atiborrada patera, que estaba a punto de llegar a Canarias. El ruidoso océano Atlántico decidió expulsar los cadáveres de los náufragos, todos varones y jóvenes, a una playa situada al norte de El Aaiún. Hay muchos cementerios marítimos pero como los peces están ahítos, el mar, a veces, devuelve los muertos a la tierra. Al Partido Popular le exige al Gobierno la contundencia que no tuvo él cuando gobernaba para luchar contra la inmigración irregular. Los mensajes de «papeles para todos» se transforman en esquelas, pero sólo en los casos donde la identificación sea posible. Cerca de 800.000 personas fueron regularizadas en el famoso proceso extraordinario. Les hicieron creer que España era una sucursal de Jauja y que los nativos somos hospitalarios, en vez de explicarles que unos se dedican a desguazarla y otros a quemarla viva. Luego comprobaron que sólo había empleos a corto plazo y que la distancia a sus países de origen era muy larga. Peor suerte, aunque finalmente hayan conseuido salvar sus pobres vidas, han tenido los 135 inmigrantes asiáticos del barco negrero «Menavaa I». Estos «sin papeles» deambularon un año antes de conseguir embarcar. Unos procedían de la India y otros deBangladesh. Nadie sabe cómo pudieron meterse todos en la bodega del pesquero. Lo que sí debíamos saber a estas alturas es que las autoridades internacionales deben actuar en las estaciones de partida en vez de vigilar las de llegada. El patético problema de estos turistas deshidratados sólo se resolverá cuando coman en sus países. Aunque sea una vez al día, para irse entrenando.