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Publicado por
CONSUELO SÁNCHEZ VICENTE
León

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LA SEQUÍA y las altas temperaturas se han aliado con la irresponsabilidad y la maldad, cuando acabe el verano los montes de media España serán un simple recuerdo en la retina de los millones de personas que tuvieron la suerte de disfrutarlos, un bonito cuento que contar a nuestros nietos. Y la ruina, el único horizonte cierto de los miles de ciudadanos que vivían de ellos, no sabemos por cuántos años. No sólo la belleza arde estos días en nuestro país: aunque de esto se hable menos, cuando arde el monte también lo hace una forma de vida. Desde que el más trágico de todos los incendios de este verano, el que segó once vidas en Guadalajara, rescató este debate del baúl en el que lo olvidamos en cuanto llega el invierno, se ha hablado mucho de los dos grandes agujeros negros de la lucha contra el fuego. El primero y principal es la desidia de las autoridades y de los particulares, que, teniendo la obligación de limpiar los montes en invierno para que no ardan en verano con la virulencia que lo hacen, no cumplen con esa obligación. Y el segundo y no menos importante, que el verdadero problema de las leyes contra los incendiarios que hay en nuestro país no es, como se suele decir, que sean blandas, sino que no se aplican. Ni los jueces ni la sociedad acabamos de tomarnos los delitos ecológicos tan en serio como merecen. Sólo cuando alguien muere, los políticos y los ciudadanos nos rasgamos las vestiduras, sólo entonces clamamos al cielo. Pero sólo mientras dura la alarma social'. Hasta que escampa. Y, también en esto, como acostumbra ocurrir con los escándalos políticos, que la tormenta amaine es cuestión de tiempo, siempre acaba escampando. ¿Haremos esta vez -todos, los políticos y los simples ciudadanos- algo más que hablar y lamentarnos, pasaremos de una puñetera vez -todos- de las palabras a los hechos? Por concretar un poco más: cuando llegue el invierno, ¿se acordará el Gobierno de que ha prometido librar recursos para ayudar a las comunidades autónomas a remirar de los montes y bosques que aún quedan vivos, que afortunadamente aún son muchos, las ramas, los matojos y la hojarasca seca que actúan como yesca cuando el fuego prende en verano? ¿Se lo recordaremos nosotros si se le olvida? Si policías y jueces no muestran el suficiente celo en la localización y el castigo de los incendiarios, ¿protestaremos? Más nos vale porque, si no, al ritmo de este verano, pronto no habrá montes ni bosques que proteger.

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