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Publicado por
IGNACIO RAMONET
León

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UNOS días antes de los odiosos atentados del 7 de julio, estuve en Londres viendo la exposición consagrada a la pintora mexicana Frida Kahlo (1907-1954). Hasta el próximo 5 de octubre, puede admirarse en la Tate Modern, sin duda el mejor museo consagrado al arte del siglo XX. De esta artista yo había visto ya hace unos años, en el MOMA de Nueva York, una antológica que la critica calificaba entonces de «gran acontecimiento artístico». Comparada ahora con la de la Tate Modern, aquella muestra se revela muy incompleta. Viendo la cantidad de gente que abarrotaba las salas del museo londinense, yo recordaba que esta pintora, hasta hace poco, era casi desconocida del gran publico. Solo unos cuantos especialistas defendían la singularidad de sus cuadros que habían quedado en cierta medida ocultados por la impetuosidad de la obra de su esposo-amante Diego Rivera, el célebre muralista mexicano. «El encuentro de un elefante y de una paloma», así califico esa relación el padre de Frida, un fotógrafo alemán llegado a México a finales del siglo XIX y casado con una mexicana, ella misma hija de un español y una indígena. La reivindicación de las militantes feministas que han denunciado con razón la negación del aporte de las pintoras en la historia del arte, ha convertido a Frida Kahlo en un icono de su movimiento. La película de Julie Taylor, Frida (2002) interpretada por Salma Hayek, contribuyó también a la popularidad de la volcánica pintora. En sus cuadros, esta increíble creadora que pintaba a veces con su sangre, mezcla arte moderno, peripecias biográficas, floklore azteca, feminismo radical y revolución mexicana. Su vida fue un calvario. Adolescente sobrevivió a un accidente cuando el autobús en el que iba choco contra un tranvía y le causo las fracturas de la columna vertebral y de una pierna. Tuvo que pasar años con un corsé de hierro y en una silla de ruedas. Así fue como descubrió la pintura. Uno de los aspectos mas apasionantes de esta exposición es que muestra la casi totalidad de sus innumerables autoretratos. Frida se representa a menudo en situaciones de sufrimiento alucinante con su corsé de discapacitada, o con llagas sangrando de su cuerpo como el corazón de Jesús o los mártires católicos en la iconografía popular. Su rostro tiene atributos femeninos y también masculinos como un vello excesivo que le da a veces aspecto de mujer barbuda, y unas cejas negras tan imponentes como un bigote invertido de cualquier machote mexicano. Tuvo Frida una vida sentimental muy agitada no solo por su pasión enfermiza y suicidaría por Diego Rivera de quien llego a divorciarse en 1938¿ para volverse a casar con él el año siguiente. Sino también por su inverosímil colección de amantes, hombres y mujeres, entre quienes destaca León Trotski venido a México para huir de la persecucion sovietica y que morira en definitiva asesinado alli, con la complicidad de Diego Rivera (comunista como Frida), por el español Ramon Mercader. El asesinato de su ex-amante no pareció conmover mucho a Frida quien siguio pintando cuadros a la gloria de Stalin que fue otra de sus grandes pasiones.

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