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Publicado por
RAFAEL TORRES
León

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EL MINISTRO del Interior, Alonso, acude al Congreso a explicar qué ocurrió en el cuartel de la Guardia Civil de Roquetas para que un ciudadano que entró a pedir protección saliera con los pies por delante, destrozado, irreconocible, cadáver. En realidad, lo que ocurrió lo sabemos todos, que murió apalizado, de suerte que lo que habrá de explicar el ministro es cómo pudo suceder semejante cosa y qué medidas ha resuelto tomar para que un suceso así no se repita nunca. Cuando se iba diluyendo en la memoria colectiva el recuerdo de las atrocidades cometidas por la Guardia Civil en el pasado, sobre todo durante los interminables años de la dictadura franquista, y ello gracias a los cambios operados en el Instituto Armado durante la restauración de la democracia, la muerte violenta del agricultor de Roquetas resucita en muchos el miedo, el aborrecimiento o el desprecio por ese cuerpo entre militar y civil que merecería, por los muchos y admirables servicios rendidos a la sociedad en las últimas décadas, la confianza y el afecto de los españoles. La existencia en su seno de algunos pocos indeseables, que sin duda son los que infligen daños y tratos vejatorios a las personas, desanda en parte el camino recorrido y vuelve a proyectar sobre el conjunto de la Guardia Civil la sombra de la desconfianza, sentimiento que no se compagina con la necesaria adhesión ciudadana a su policía en un Estado garantista y de derecho. Independientemente de lo que nos diga el ministro, de cuya apuesta por la Ley y el Derecho nadie duda, la ciudadanía espera de la Justicia, bien que sujeta estrictamente a sus términos, el castigo que merecen los homicidas, sean éstos quienes fueren.

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