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Publicado por
JOSÉ CAVERO
León

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HA ENTRADO en vigor la nueva Ley de Seguridad Vial y ha tenido un prólogo pavoroso: casi medio centenar de muertos en el fin de semana último, el inmediatamente anterior a la vigencia de una ley que, se supone, viene a ser más exigente para evitar, precisamente, que siga sucediendo lo que sucede. Nos dejan atónitos, merecen mociones de censura, consideraciones sin fin, debates interminables en el Parlamento de Castilla la Mancha, en el Parlamento de Madrid y en el parlamento de papel, por igual, los once muertos originados por el incendio de unas cuantas miles de hectáreas en Guadalajara. Pero pasamos por alto los veinticinco, treinta, cuarenta o cincuenta muertos de cada fin de semana que se cobran las carreteras. Y no hay una sola queja, salvo las de los familiares muy afectados, que parece que también tienen ya asumida esa cuota pavorosa de muerte. Pues bien, la nueva Ley de Seguridad viaria viene a ser un aperitivo, una preparación y un anticipo del carné por puntos que pronto vendrá con el mismo propósito: hacer que decrezcan, de manera drástica, los muertos en las carreteras. El director general de Tráfico llegó con las mejores perspectivas. Apenas se hizo cargo de su condición, empezó a producirse una sustancial reducción de víctimas. El primer año de ejercicio de su cargo no pudo haberse resuelto mejor: fueron varios centenares de muertos menos. ¿Cuál era su secreto? Una mezcla de llamamiento a la razón y el apercibimiento de que los códigos y las exigencias de la norma son para cumplir. Pero, pasado ese primer tiempo de su mandato, parece que sus procedimientos y fórmulas precisan impulsos nuevos. La nueva Ley de Seguridad Vial puede ser la receta. De hecho, cualquiera que viaje un poco por las carreteras españolas habrá advertido, sobre todo desde este miércoles de entrada en vigor, cómo se ha procedido a sembrar España de radares y cámaras que, cabe suponer, transmiten a la DTG la velocidad a la que cada cual viaja, y si tal velocidad se atiene a lo exigido. Hay zonas de carreteras españolas -por ejemplo, Aranjuez- donde uno puede contabilizar por encima de un centenar de cámaras acusadoras. Es decir, para ahorrar víctimas mortales no se ha ahorrado en medios técnicos, y no van a ahorrarse multas y retiradas de carné, según se nos ha anunciado. Todo para frenar la sangría de medio centenar de muertes de un fin de semana cualquiera. Nuestro parque automovilístico ha mejorado de manera sustancial en la última década. Nuestras carreteras también, salvo la A-3, Madrid-Valencia, que parece sumar todo el tráfico sobrante del resto de España. La seguridad vial o el carné por puntos no servirán de nada si cada cual no pone su pequeña parte de racionalidad sobre el asfalto.

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