Fábrica de fascistas

UN ALTO CARGO de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha envió a los funcionarios de la Consejería de Medio Ambiente este correo electrónico: «Ante el cabreo e indignación suscitado por las manifestaciones de partidos y medios de comunicación acerca de lo sucedido en el incendio de Guadalajara, os envío un manifiesto -de apoyo- para que sea firmado por el personal de la Consejería de Medio Ambiente. Un saludo y mucho ánimo». ¿Cómo interpretar esta, llamémosle, originalidad bananera en una democracia europea como se supone que es la española? Puede ser un remedo de aquellas turbas sandinistas que le hacían el trabajo sucio al Gobierno marxista, y fingían apoyo popular hacia la pandilla de déspotas que arruinó Nicaragua; puede también ser una forma de presionar a los funcionarios, por lo previsible del recuento de quién firmó y quién no lo hizo; también podría ser un modo calculado de influir en la opinión pública y, sobre todo, en los jueces. Esto es muy lamentable y muy peligroso. Pero lo más lamentable y peligroso de todo es que, a fuerza de repetir conductas de este porte, la gente acaba acostumbrándose, y el sentido de la democracia y de las libertades, necesitado de tanto cuidado, se degrada hasta desaparecer. Recordemos la nostalgia de los rusos hacia el sistema comunista, como consecuencia del pésimo uso de la libertad que tantos hicieron tras la caída del Muro. El terrible correo electrónico demuestra que su autor tiene de demócrata lo que yo de Miss Universo. Este proceder es, digámoslo claro, una fábrica de fascistas.