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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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HAY MÉDICOS que para establecer contacto con sus antiguos pacientes se ven obligados a acudir al espiritismo, pero otros no han podido luchar por sus vidas, ya que han empezado a tratarles cuando ya la habían abandonado. Mi admiración por los forenses es oriunda de mi gusto por la novela policial. En realidad, estos médicos que ni pueden prevenir ni curar son detectives. Ellos dicen que los muertos hablan, pero es el suyo un lenguaje ininteligible, hecho de silencio terco. Sólo las minuciosas pesquisas anatómicas pueden descifrar su idioma. Una indagación muy laboriosa, ya que el paciente no puede suministrar ninguna pista. Ni siquiera decir dónde le dolía. El informe sobre la muerte del agricultor Juan Martínez en la casa cuartel de Roquetas no dictamina si la fractura del esternón fue la causa o la mezcla de los golpes con la droga fue lo que originó el fallecimiento. El suceso es gravísimo, pero tampoco es un hecho baladí que crean quienes simulan esclarecerlo que los españoles somos tontos. Nos quieren convencer de que la rotura del esternón afecta escasamente y que lo malo fue lo de la papelina. Otros dicen que fue la mezcla de las drogas y las patadas. Así que ya se sabe: cuando alguien ingiera sustancias estupefacientes no debe dejarse patear y cuando a alguien le patean no es recomendable que antes haya ingerido sustancias estupefacientes. Las palizas y la cocaína son un cóctel fatal. La Fiscalía investiga ahora por qué el juzgado entregó a las partes el informe sin los últimos párrafos. A la vergüenza por la salvajada inicial se unen otras. Forenses sordos, que no pueden oír la voz del muerto, y juzgados sojuzgados.