AQUÍ Y AHORA
Alonso y la respuesta democrática
LA COMPARECENCIA parlamentaria del ministro de Interior ha sido importante para fijar los términos de la cuestión de la tragedia de Roquetas. José Antonio Alonso ha confirmado con pruebas y con argumentos la versión básica de los sucesos del cuartel de la Guardia Civil de Roquetas de Mar que teníamos ya los observadores objetivos de los acontecimientos. Se han descrito los hechos aterradores que acabaron con la vida del desafortunado agricultor. Como siempre, todos los demás grupos se han situado junto al ministro y frente a las posiciones del PP, representadas en la Comisión de Interior por Ignacio Astarloa, cuyo único interés en su larga intervención consistió en otro nuevo intento de deterioro del Gobierno, hasta el extremo de sugerir la dimisión del ministro sin el más mínimo fundamento. Y ello tras inventarse literalmente una inexistente actitud de descrédito del conjunto de la Guardia Civil por el ministro Alonso. Políticamente, la sesión se traduce en una jornada para la tranquilidad ciudadana. Eso se basa en la proclamada tolerancia cero en materia de violación de los Derechos Humanos, máxima investigación de las irregularidades e importantes decisiones para evitar que en el futuro sucedan cosas así. sa es la respuesta del Estado democrático y de Derecho por boca del titular de Interior y con todos los datos y razones en la mano. Eso es lo que han entendido y apoyado todos los grupos parlamentarios con la eterna excepción del PP. Este asunto se cerraría políticamente de manera del todo satisfactoria si se produjera finalmente la dimisión del director general de la Guardia Civil, pues este hombre -diga José Antonio Alonso lo que diga- es la pieza que no encaja en el engranaje técnico, político y argumental de la actuación de todas las instituciones del Estado en este problema, incluida la rapidez en las reacciones. Ahora menos que nunca es comprensible eso de minimizar o banalizar unos sucesos como los de Roquetas, con algunas secuencias escalofriantes, en principio ocultadas allí mismo, y exactamente valoradas y condenadas por el ministro.