FRONTERIZOS
Otra vez
ME CUENTAN telefónicamente que estos días sobre la Ciudad del Puente flotaba, otra vez, la tristeza humeante de los bosques del sur, el estremecedor efecto teatral de las llamas iluminando la noche, el ya conocido vuelo de la incertidumbre sobre el manoseado paisaje de Médulas. Es el fuego nuestro de cada verano, la maldición de una sociedad que no sabe qué hacer con su entorno natural. Dicen los papeles que, con notable diferencia sobre el resto de los países mediterráneos de Europa, España y Portugal lideran el ránking de incendios forestales: nada menos que el 85 por ciento de la superficie siniestrada en esa zona pertenece a la península. Curiosamente, el innegable aumento de medios y recursos para combatir el fuego no sólo no ha conseguido disminuir el fenómeno sino que, por el contrario, los incendios crecen desorbitadamente año tras año cuantitativa y cualitativamente, provocando no ya un enorme perjuicio económico y medioambiental sino pérdidas humanas, como ha sido el caso en estas últimas semanas. Se sabe que al menos la mitad de los incendios son intencionados y que no menos de otro treinta por ciento son causados por negligencia, pero la autoridad policial y judicial se ve incapacitada para castigar a los responsables, lo que provoca una terrible sensación de inmunidad para los delincuentes forestales. Los que saben de esto vienen diciendo desde hace tiempo que los incendios se combaten en invierno y primavera con limpiezas y adecuaciones en la masa forestal que sustituyan al tradicional uso sostenible de los montes, pero ésta es una disputa recurrente con la que desembocaremos el año próximo, otra vez, en la misma catástrofe.