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Publicado por
MANUJEL ALCÁNTARA
León

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SE ENGAÑAN los que creen engañarnos: ya no nos creemos nada, ni siquiera las verdades. La única es que nuestros militares están muertos. La hipótesis oficial es que el viento abatió el helicóptero, pero los que están destinados en Afganistán afirman que en esa zona no corren vientos, ni buenos ni malos. La Otan se ofrece a investigar y el Gobierno declina la ayuda. Quizá todos los detectives hayan acudido a Londres y estén investigando a otros detectives: los de Scotland Yard. La versión de la muerte del electricista brasileño parece que difiere un poco de la oficial, o sea, que la contradice radicalmente. Lo confundieron con el terrorista que buscaban, eso fue todo. No ha durado mucho la mentira. Aunque tenga las patas tan cortas como se dice, ha ido muy lejos. La Comisión Independiente de Investigación trata de esclarecer ahora los hechos del 22 de julio pasado y lo único que está claro es que la aterrorizada policía mató a un inocente. La policía británica tiene órdenes de tirar a matar y preguntar luego. ¿Se arregla todo aduciendo que cualquiera comete un error? No se sabe, pero sí que la falsedad posterior es peor que la trágica equivocación. Entre unas cosas y otras nadie se sorprende ya de que todo sea al revés de lo que nos cuentan. Por eso ha disminuido el nivel de credulidad de los ciudadanos. Antes creían en los caldos concentrados de gallina, en los discursos de los políticos y en los crecepelos, pero ahora es más difícil la tarea de los embaucadores. Incluso hay gente que desiste de buscar la verdad. No porque sepa que dispone de muchos escondites, sino porque teme que no exista.

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