Aguirre y su mariachi

AFORTUNADAMENTE, como suele suceder, este diario pone los puntos sobre las íes sobre la reciente foración de liberales de toda la vida. Destaca en este reciente tropel la señora presidenta de la Comunidad de Madrid (no se olvide la coalición con la pareja escasamente recordada de Tamayo y Sáez, tan abrazados a la causa aznariana que declara el primero de ellos que si en vez de Zapatero se hubiera podido contar en Singapur con Aznar ahora Madrid tendría los suspirados Juegos Olímpicos: beatus ille ). Nunca se ha hablado de la presidenta que descansa en la traición de dos tránsfugas. De esto algo sabemos también en esta sufrida ciudad de León. Pero volvamos a esta nueva estrella del liberalismo hispano. Una vez más he de recordar a la condesa de Murillo, consorte y con suerte, pues la adscripción sincera a nuestra noble corriente ideológica que es el liberalismo exige, entre otras cosas, saber leer y escribir. No me parece correcto ocupar sucesivamente cargos muy importantes para el devenir nacional haciendo exhibición, un día sí y otro también de la enorme seguridad que proporciona la ignorancia. Me he tomado la molestia, y he perdido el tiempo, de bucear en las diversas manifestaciones de la señora Esperanza Aguirre buscando ecos de Burke, Gladstone, Hayek, Von Mises y Röpke. Y nada de ellos; sólo encuentro una especie de infusión acrecentada con la megalomanía que ha llegado a desvaríos, hasta el extremo de proclamar -y para recordarlo sirven las hemerotecas- que si en el último viaje iba a tierras de misión (supongo) como presidente de la Comunidad de Madrid pero que en el próximo viaje (pobres dependientes de las etnias hispanoamericanas) lo haría como presidenta de España. Espero que compartan mis aprensiones, y aún cuando por razones de edad y de experiencia temo que en mi España esté aplicándose -por manos tales como los Acebes y Zaplana- la célebre Ley de Murphy, según la cual todo lo que puede salir mal, saldrá peor, he de manifestar, como hacia el pasado jueves este diario recordando, que ser liberal supone respetar a los demás. Supone sobre todo no empecinarse en mantener en la Consejería de Sanidad aun ex abogado del Estado muy célebre entre los economistas españoles por haber dirigido la búsqueda de los «200.000 millones de pesetas que habían hecho desaparecer los malvados socialistas». Espero de la señora Esperanza Aguirre que nos explique las razones técnicas que le han aconsejado atribuir los nuevos canales televisivos. Concretamente nos gustará, y no sólo a mí, entender la múltiple concesión de canales al señor Jiménez Losantos, también conocido en la Cope como el Espanto de Teruel.