CON VIENTO FRESCO EN POCAS PALABRAS RAMÓN
Fuegos que no se apagan ...pero no mejora la oferta española Aumentan los turistas...
DE VILA REAL a Chaves he visto el primer fuego en directo de este verano; era de proporciones espantosas y la gente contemplaba angustiada como sus lenguas engullían árboles y casas. Antes había visto sus devastadores efectos en numerosos lugares del centro de Portugal. Entre Coimbra y Viseu, entre Tomar y Óbidos los bosques calcinados se cuentan por docenas; son tierras quebradas, repobladas profusamente de pinos y eucaliptos, que arden como la yesca en fuegos imparables que atraviesan las calzadas y los cortafuegos; que devoran todo lo que encuentran a su paso, incluidas casas, riquezas y esperanzas. Los portugueses carecen de medios para atajar tanto desastre, pues la mayoría de los parques de bomberos son voluntarios, no profesionales, con medios muy precarios. Un guarda de la ciudad romana de Conimbriga me explica que las casas tan bajas, de sólo cuatro o cinco alturas, de la mayoría de las ciudades del país vecino son así porque los bomberos carecen de medios para acceder a alturas superiores. Debe de ser verdad. Un segundo incendio me sorprendió al entrar en España por Verín; los montes de Vilar de Cervos ardían amenazando con penetrar en el castigado Portugal; otro se iniciaba entonces por la derecha de la carretera arrasando el valle de Monterrey. Luego en nuestra tierra me esperaba una imagen desoladora, con decenas de incendios en toda Castilla y León, desde Ávila a Sanabria y desde Soria al Bierzo. Aquí a las miles de hectáreas que ardieron a comienzos de agosto entre la Cabrera y Las Médulas, Patrimonio de la Humanidad, que estuvo a punto de incendiarse de nuevo, pues en el Bierzo llueve sobre mojado, o mejor los incendios se suceden año tras año, estos días ardían bosques en Ancares, Almagarinos, Matallana, cuyas llaman llegaron a las inmediaciones del pueblo y un largo etcétera, en el que no hay que olvidar los castaños y robles del valle del Valcarce. ¡Un desastre!. España, con más medios que Portugal, sufre de igual mal y tiene parecidas dificultades para atajarlo. Ha habido incluso más muertes que en el país vecino, y el incendio de Guadalajara aún colea en comisiones de investigación y críticas acerbas por lo ocurrido. Los incendios en los países mediterráneos son algo histórico, casi atávico. Algunos tienen causas naturales, como consecuencia de rayos sobre zonas resecas y cubiertas de yesca; otros son efecto de acciones involuntarias y fortuitas, como probablemente fue el caso del de Guadalajara, que la Guardia Civil atribuye a una barbacoa. Sin embargo, más de un cuarenta por ciento lo son por acciones voluntarias: en unos casos obra de perturbados mentales, como hay que tipificar a la mayoría de los pirómanos; en otros, por la acción consciente y criminal de quienes buscan obtener beneficios con los incendios, en la madera quemada o en la recalificación de los terrenos devastados. Es difícil acabar sólo con leyes con los incendios, pero se deben aminorar sus efectos. En algunas regiones francesas hay más incendios hoy que hace diez años, pero sus efectos son menores pues cuentan con medios para atajarlos rápidamente. Son necesarias más cuadrillas con más medios mecánicos, más helicópteros e hidroaviones. Los incendios, no hay paradoja en esto, hay que apagarlos en invierno. Sólo una política preventiva hará disminuir su número y sus consecuencias. Aunque algunos no lo sepan, hay hoy en España más bosque que hace cien años, pero muchos de éstos son plantaciones de pinos y eucaliptos, cuyas hojas no dejan crecer la hierba y tampoco se pudren constituyendo un material resinoso muy combustible. Hoy no se limpia el bosque porque no tiene la función económica de otros tiempos. Hay que repoblar con árboles autóctonos y mantener las brigadas forestales en invierno, en trabajos de limpieza y prevención. De ese modo muchos incendios naturales no se producirán y los provocados tendrán una menor efectividad. Y se trata de eso. ESPAÑA sigue siendo un destino atractivo para muchos visitantes extranjeros: en julio llegaron 7,4 millones de personas, un 7,7% más que en el mismo mes del año anterior. Estos buenos datos no ocultan sin embargo que el negocio no va bien: pese a esta mayor afluencia, los ingresos por turismo sólo crecerán este año un 3,3% en términos nominales, lo que, con una inflación del orden del 3,6%, significa que los ingresos reales serán incluso algo menores que el año pasado. DICHO en otros términos, en lugar de tender a un turismo de más calidad, lo que requeriría un conjunto de decisiones que deberían ser impulsadas y adoptadas por la clase empresarial, caminamos en dirección contraria: aumenta el turismo de alpargata, que, por añadidura, es mucho más volátil. En definitiva, hemos fracasado en la reconversión que debería haber convertido este país de sol y playa en un destino más sólido, basado en los buenos servicios y en una oferta de gran calidad.