Jugarse la vida o no

FUNCIONAN a la perfección los equipos de los grandes personajes. El Papa, de visita a su tierra natal de Alemania, envió un telegrama de pésame por los diecisiete militares españoles fallecidos en Afganistán. Y otro tanto ha hecho el presidente de los Estados Unidos, George Bush, probablemente en la primera comunicación «simpática» -no tensa ni forzada- con el jefe del Gobierno español. Relación protocolaria, sin embargo, que se produce entre ambos personajes después de los anteriores desencuentros. Bush aprovecha para recordar lo esencial que ha venido resultando el papel de las tropas españolas en Afganistán. Tan esencial que el mismísimo PP ha acusado al Gobierno de Zapatero y de Bono se haber enviado esas tropas «a misiones de guerra», violando, por consiguiente, los términos que fueron aprobados, para su envío, por el Congreso de los Diputados. Con toda probabilidad, ésa va a ser la materia que concentrará buena parte del debate ya anunciado para el miércoles que viene, cuando el ministro Bono comparezca en el Congreso para proporcionar los datos que se le reclaman sobre las circunstancias de la tragedia de Herat. En realidad, la oposición del PP y las restantes oposiciones querrían escuchar al propio Zapatero esas explicaciones. No tanto las relativas al accidente como las misiones y tareas «humanitarias y pacificadoras» que los ochocientos soldados españoles vienen ejecutando en Afganistán para, de alguna manera, compensar la precipitada retirada de tropas españolas que se efectuó de Irak apenas ganó las elecciones y juró su caro el presidente del Gobierno Rodríguez Zapatero. El PP, como IU, dudan seriamente que las tropas españolas se limiten a ejercer funciones moderadoras entre las partes -el Gobierno proamericano de Karzai y los ideólogos talibanes y antiguos señores de la guerra desplazados en la presente nueva fase política que trata de estabilizarse en el país-. Sospechan más bien, tanto el PP como IU, que los soldados españoles realizan misiones específicas de guerra, y que vienen a ser prolongación y añadido de los marines norteamericanos, tal y como, por cierto, sucedía en Irak hasta el vuelco político de las elecciones de marzo del año pasado. Todavía podría darse la singular circunstancia de que el PP de Rajoy, Acebes y Zaplana coincidiera con la Izquierda Unida de Llamazares para reclamar la retirada de tropas españolas de Afganistán, por entender que incumplen las misiones que la representación parlamentaria aprobó para ellas. No estará de más una aclaración sobre el particular. No había razón alguna para jugarse la vida en Irak, pero tampoco en Afganistán.