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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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SI NO FUERA por Portugal, seríamos los plusmarquistas mundiales. En ningún sitio se queman más árboles. Tenemos guardabosques especializados en echar leña al fuego y bomberos pirómanos, pero eso no es lo peor, lo más grave es que también tenemos, refugiados en las administraciones autonómicas, a unos personajitos que prefieren invertir grandes cantidades en la extinción de los incendios a gastar algún dinero en prevenirlos. Ya no es necesario que cruce por nuestros campos «la sombra errante de Caín» con una tea en la mano. Basta con que un gilipollas haga una barbacoa para demostrarle a sus amigos lo difícil que es lograr la perfección de un arroz en paella. Cuenta la vieja leyenda, que por cierto no se ha creído nunca nadie, que hubo una época en la que una ardilla podía recorrer España saltando de rama en rama. Dentro de poco, si prosigue la calcinación con el mismo entusiasmo, la piel de toro será parecida a un tambor y se podrán programar carreras de galgos por todo el territorio nacional. No está debidamente estudiada la preferencia que muestran los incendios por declararse en zonas de especial protección y reserva paisajística. Más curioso todavía es que nadie con una mínima responsabilidad confiese su parte de culpa. En el descorazonador incendio de Cazorla todo el mundo asegura tener la conciencia tranquila, ya que no hubo nadie que no actuara correctamente. A algunos políticos de vacaciones se les ha ocurrido la idea de que el personal del Infoca trabaje todo el año. Y no como ellos, que bastante se acaloran cuando discuten en el Parlamento.