Silencio, avisan

NO HACE FALTA tener muy buen oído para escuchar las voces de los que denuncian que el Gobierno está intentando amedrentar a la prensa crítica. Se acusa de desobediencia al director de un periódico por publicar informaciones de un sumario cuyo secreto había levantado el juez. Hay gente incómoda que hay que callar, sea como sea. Es un raro entendimiento de la democracia eso de aceptar sólo los elogios y tratar de impedir las críticas, del mismo modo que es una pamplina distinguir entre crítica positiva y negativa. Arthur Miller decía que un buen periódico es una nación hablándose a sí misma. No es posible recortar las libertades sin destrozar el conjunto. Quizá sea cierto eso de que los excesos y las desviaciones de la libertad se curan con más libertad. Yo, que tuve muy poca en mis primeros tiempos en el oficio, he procurado no abusar de ella en éstos, que son los últimos. Durante muchos artículos antes de verlos publicados, aguardé su regreso en las redacciones hasta que vinieran debidamente autorizados con un sello de la censura. ¿Es posible que haya ahora quien desee que vuelva esa época? Oponerse a la libre manifestación del pensamiento, decía Concepción Arenal, constituye un atentado, que no deja de serlo porque se parapete detrás de un decreto o de una ley. De tantos peligros como nos acechan no es el menor el que quieran taparle la boca a todos los que no estamos subvencionados por algún partido, en cualquiera de las modalidades que admite el verbo subvenir, que no siempre hace necesario acudir al fondo de reptiles.