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Publicado por
JOSÉ A. BALBOA DE PAZ
León

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RODRÍGUEZ ZAPATERO es el impulsor de una alianza de civilizaciones. Resulta sorprendente que un socialista utilice un concepto tan ligado al pensamiento conservador, especialmente querido por filósofos de la historia como Splengler y Toynbee. Las civilizaciones son espacios, economías y sociedades; pero por encima de todo son creencias, especialmente creencias religiosas. En su teoría sobre el tiempo histórico, Braudel afirmaba que en las civilizaciones predomina el tiempo largo -la longue durée -, lo que cambia muy lentamente, como las creencias religiosas que están en la raíz de las concepciones de la vida de los pueblos, lo que les da sentido. Son por tanto estructuras que ofrecen gran resistencia al cambio, aunque en opinión de Toynbee, éste se produce bien por la revolución de sus proletariados interiores, bien por la destrucción de un proletariado exterior; en ambos casos sobre la base de una nueva concepción de la vida y, por tanto, de una religión más universal. El ejemplo de Roma y las invasiones germánicas es de sobra conocido. El marxismo, fundamento ideológico del socialismo, despreció este concepto de civilización como instrumento metodológico; en su lugar, teorizó sobre el «modo de producción» que, según P. Vilar, es el todo teórico de la concepción materialista de la historia. También él es una estructura pero su principal característica es, como consecuencia de la lucha de clases, su desestructuración y la reorganización de sus elementos materiales en otra nueva y más progresiva estructura. La concepción materialista de la historia prima, por tanto, el cambio, la corta duración. Todas las resistencias al cambio, como las creencias religiosas, han de ser eliminadas como obstáculos para el progreso de la historia. Tal vez por eso la inquina de los socialistas a la Iglesia Católica, representante de aquello que se resiste al cambio y que informa y da sentido a millones de personas, que no se dejan arrastrar por las ideas laicista del gobierno contra la religión y la trascendencia. Es llamativo que Zapatero, que combate el catolicismo, utilice un concepto como el descrito y hable de una alianza de civilizaciones. Para los que defendemos este concepto, las civilizaciones han vivido distantes, alguna vez enfrentadas y más frecuentemente en relaciones de subordinación. A veces mantienen tratos económicos y comerciales, pero respecto a sus creencias son irreductibles las unas a las otras. En nuestros días de globalización esto es evidente, aunque no se ejerza ningún tipo de violencia física sino sólo influencia cultural y económica. Las civilizaciones asiáticas, y sus creencias religiosas -el hinduismo, sintoismo o budismo-, han asimilado, en buena parte, el pensamiento cristiano occidental, que lo impregna todo. Pueden convivir con él, pues el mundo occidental, libre y tolerante, admite en su seno la discrepancia; distingue claramente los derechos de la persona y los de la sociedad, acepta la separación de las iglesias y el estado. El problema surge cuando una civilización, como la islámica, pretende una hegemonía ideológica que busca suprimir y subordinar a las otras; entonces surge el conflicto. En este caso, hay una guerra de civilizaciones, ideológica pero también física, cuya punta de lanza es el terrorismo. Se puede entender éste como el estertor final de una civilización herida de muerte, que sabe que su papel es de subordinación respecto al pensamiento occidental de libertad y tolerancia, por lo que algunos resisten hasta la muerte; o bien como la aparición de un proletariado externo que, sino se le responde con una creencia más firme, terminará doblegando e imponiendo las suyas, incluida la sharía. No veo ninguna alianza de civilizaciones, sino una lucha de ideas y creencias en la que sólo una ha de prevalecer subordinando a las otras. Puede hacerse sobre la hegemonía occidental, conjugando religión, libertad y democracia; o sobre la del islamismo, con sharia y burka incluidas. El dilema está servido.