EN BLANCO
Mundo loco
EL NERVIO VIVO del presente está salpicado de historias y gentes que han tomado decidido partido por la sinrazón, configurando una realidad calamitosa y plena de atormentadas cuitas personales. Sin necesidad de hablar una vez más acerca del exceso de cohetería que anima a diario las calles de Irak, una carnicería que pasará al muladar de la historia junto al trío calavera que la puso en marcha, estamos rodeados de episodios que tienden a la pacotilla, en una prueba de que este mundo loco camina en línea recta hacia un monumental disparate. En los últimos tiempos, y coincidiendo con unos calores que hacen sudar hasta a las estatuas, se han dado en España dos tremendos casos de violencia relacionados con bebés. Si un padre empleó a su hijo de meses a modo de maza para golpear a su impertinente vecino, una abuela de Gandía tiró a su nieto por la ventana causándole la muerte y exponiendo al mundo, de paso, su naturaleza simiesca. Y si hablamos de Inglaterra, ese vergel de libertades donde los agentes de policía, en un rapto de iluminación espiritual, pelaron los cables a un inocente electricista en pleno metro, el gran motivo de polémica nacional no es otro que el coste del maquillaje y el rimel que aplican a Tony Blair cada vez que interviene antes las cámaras poniendo ojos de hipnotizador profesional. Los afeites de la impostura suponen al erario público nada menos que 1.500 euros por sesión, pues al parecer tiene la cara tan dura que deben aplicarle una capa de emplaste que bastaría para encerar los suelos de la abadía de Wensmister. ¡Qué mundo! Es un pañuelo y además está sucio.