Belleza y disuasión

CUANDO regreso de las vacaciones es cuando más me duele el estado en que se encuentra León. En los viajes nuestros ojos están bien abiertos y se fijan en detalles que pueden pasar desapercibidos a quien los contempla habitualmente. Ya en casa es patente la diferencia. No hace mucho escribía aquí del gran acierto que supuso eliminar las pintadas de las paredes, utilizando la misma pintura original de la pared ensuciada. Pues no ha durado mucho la alegría, porque lo primero que me ha llamado la atención ha sido comprobar que ahora hay muchísimas más pintadas que antes de que fueran borradas. Esfuerzo y dinero tirados por la borda y, además, dejando un deprimente aspecto de suciedad y abandono en las calles. Habrá que volver a pintar las paredes ensuciadas, pero ¿cuánto tardarán los que las manchan en volver a dejar su firma? Esa es la pregunta, pero no por la supuesta corta duración de la limpieza habrá que obviarla. Lo que debemos hacer los ciudadanos es tomar conciencia de que la belleza de la ciudad es cosa de todos y así avisar a la policía si vemos a alguien que pinta, rompe, quema o destroza lo que es de todos, porque no debemos consentir la sangría de un gasto que podría emplearse en otras cosas necesarias y tampoco debemos tolerar que unos pocos nos dejen las calles hechas una pocilga. Si quien los ve avisa cuando están actuando y la policía logra identificarlos deben ser castigados con multas cuantiosas, que les quiten las ganas de seguir dejando sus asquerosas huellas por la ciudad.