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FERNANDO ONEGA
León

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ES DE MALA EDUCACIÓN hablar de dinero, pero a mí no me miren. Échenle la culpa al Gobierno, que ha tenido el mal gusto inevitable de agitar el patio poniendo sobre la mesa el hueso de los miles de millones de la Sanidad. Ayer, los ministros que empiezan por ese, Salgado, Sevilla y Solbes -debe ser la ese de sablazo-, escenificaron una vieja maldición: «Ojalá te lo gastes en botica». Y en botica van a gastar su patrimonio: la promesa electoral de no subir impuestos; el dinero sobrante de las arcas públicas ahora que el Estado recauda tanto; la escasa imaginación que han demostrado para ayudar a las autonomías en su déficit sanitario¿ Digo «escasa», porque no me atrevo a decir «nula». Para proponer una subida de los impuestos de tabaco, alcohol, gasolina y luz, no hace falta ser ministro ni estar rodeado de grandes equipos de estudio pagados por la Administración. Eso se le ocurre a cualquiera; incluso a cualquier funcionario. Es más: añadir una pequeña cantidad al litro de gasolina para gastarla en botica ya se les había ocurrido a gobernantes autonómicos de derechas, como Alberto Ruiz-Gallardón en Madrid y Fraga Iribarne en Galicia, y entonces el PP no protestó tanto como protestó ayer. Ahora bien: si la iniciativa es elemental, pobre, poco ocurrente y se puede calificar como un nuevo «parto de los montes», también es cierto que nadie aporta una idea mejor. Los dirigentes de la oposición le han dedicado los peores piropos, empezando por la amable calificación de «chantaje» y terminando por el «parche» que dice Ana Pastor. Tal carencia de aportaciones demuestra la gran cualidad de nuestra clase política: su extraordinaria facilidad para crear, detectar y denunciar problemas y su clamorosa ausencia de eficacia para aportar soluciones. En el fondo, lo que les falta a gobierno y oposición es valentía. Lo decimos mejor en román paladino: no tienen redaños para afrontar la bancarrota sanitaria. No los tienen para llamar al orden a las autonomías de gasto desbocado. Ni para denunciar a las que pagan al personal sanitario mucho más que en el resto de España. Ni a las que usan la Sanidad con intención electoral. Ni para frenar el dispendio de las recetas. Ni para hacer un inventario del carísimo material técnico que se compra y se almacena en los sótanos de hospitales¿ Y, sobre todo, no hay redaños para afrontar la única solución efectiva, que es hacer que los usuarios paguemos algo, aunque sea un céntimo, por el uso de la Sanidad Pública. Y no hay esos redaños, por puro miedo a perder votos. En eso sí que son iguales los populares y los socialistas; los nacionalistas y los jacobinos; las autonomías y el poder central. A esa actitud, en mi pueblo la llaman cobardía.

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