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Publicado por
INOCENCIO F. ÁRIAS
León

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EN IRAK sigue la violencia. Si está a punto resolverse con éxito la dotación de una Constitución, los que no la quieren tienen que armar un ruido sangriento, y en Afganistán hay también coletazos, accidentales o provocados, que hacen noticia en nuestro país y en Occidente. Los fundamentalistas que no quieren la democracia seguirán poniendo bombas en los dos países. ¿Que diferencias hay entre Irak y Afganistán ahora que la pregunta ha entrado en el debate político español? Alguna, ciertamente, pero ya no tantas como podría pensarse. Examinemos tres temas: la situación actual, el origen del tema y la presencia de las tropas extranjeras en las dos naciones. En estos momentos las dos incipientes democracias en las que se han celebrado unas elecciones dignas sufren los embates mortíferos de los «insurgentes» que siembran el terror. Estarán alimentados por Al Queda o serán elementos puramente autóctonos los responsables, pero sus motivaciones son similares. Aunque utilizan como pretexto de su insurrección la presencia de tropas extranjeras en su territorio, el objetivo es el mismo. Quieren sembrar el caos porque odian la prosecución del proceso democrático. ¿Cómo si no se explicaría el asesinato de dos diplomáticos árabes argelinos en Bagdad, de seis clérigos musulmanes en lo que va de año en Afganistán o el lanzamiento de un coche suicida contra una veintena de niños que recibían caramelos de un solo soldado americano? Evidentemente, quieren publicidad de los atentados, aún sacrificando a veinte niños de su religión, y amedrentar a todos los que aceptan la nueva situación. El pecado de los argelinos habría sido así tener relaciones con lo que los terroristas, a pesar de las urnas, consideran un gobierno impío. En consecuencia, actualmente en los dos países los insurgentes matan a tropas extranjeras o a ciudadanos nacionales (65 policías asesinados en Afganistán en junio y julio e incontables en Irak) porque quieren volver al pasado intransigente en el que disfrutaban. Con tropas bajo la Otan en Afganistán (20.000 americanos y 3.100 de otros países) o de la Coalición en Irak (también mayoritariamente estadounidense), los odios y los propósitos de los terroristas son similares. No hay hoy, en fin, grandes diferencias. Veamos los orígenes, en los que sí las hubo. La intervención en Afganistán de Estados Unidos estuvo totalmente amparada por la ONU. Producido el atentado de las Torres Gemelas, la ONU votó unánimemente en el Consejo de Seguridad la resolución 1368 que abría la puerta para que Estados Unidos castigara al régimen de los talibanes que acogía a Bin Laden, autor de la masacre. No ocurrió así con la guerra de Irak. El Consejo de Seguridad de la ONU no llegó a un acuerdo. Había en él países que argumentaban que, en base a anteriores resoluciones de la ONU, había amplio fundamento para actuar contra Sadam. Otros que decían que se necesitaba una resolución expresa autorizándolo y que, sin ella, todo la operación carecería de legitimidad. Ante el punto muerto, la coalición -Estados Unidos y Gran Bretaña- intervino y la operación se realizó al margen de la ONU. Más discutido, sin embargo, es si fue en contra de la ONU, es decir si la aventura fue ilegal. La polémica durará años. Para unos, fue una agresión sin suficiente base por parte de la gran potencia que domina el mundo y que ninguneó a la ONU. Para otros no es así. ¿Cómo se podía seriamente sostener que la intervención en Kosovo había sido legal si el Consejo de Seguridad no la había aprobado ? ¿No era mucho más legal la invasión de Irak, en donde había un montón de resoluciones del propio consejo incumplidas por Sadam Huseín que la intervención en Kosovo donde esas transgresiones no existían? ¿Por qué rasgarse las vestiduras en un caso, Irak, y no protestar en el otro, Kosovo?. La polémica persistirá. En resumen, hay una obvia diferencia entre Afganistán e Irak, pero la ilegalidad de esta última intervención, a la vista de los antecedentes, es ciertamente muy cuestionable. Por último está la cuestión de la presencia de las tropas extranjeras. El origen de la misma es distinto. Bendecido por el Consejo de Seguridad en un caso, cuestionado en otro, pero la presencia actual en los dos países no es diferente. Las dos tienen ahora la aprobación de la ONU. Yerran los que dicen que las dos intervenciones fueron aplastantemente idénticas pero también los que sostienen que nuestras tropas o las alemanas tienen todo el marchamo legal para encontrarse en Afganistán y estarían sin sustento jurídico, violentando la legalidad internacional, si estuviesen desplegadas en Irak. No es correcto. Hace tiempo que la ONU apoyó esa presencia. Promesas electorales aparte, que son respetables, la permanencia de nuestros efectivos en Irak no habría ido en contra de la ONU ni de la legalidad internacional. Estaría respaldada por la organización. En los dos países se trata ahora de que vuelva la normalidad y de que los que quieren alterar el proceso electoral no puedan hacerlo realmente. Ese es parte del cometido de las tropas extranjeras, que los insurgentes, terroristas o exaltados fundamentalistas, decididos a recurrir a la bomba y al asesinato y no a la pancarta o la tribuna, no lo interrumpan. Lo que implica ciertos riesgos, independientemente del nombre que se de a la noble misión de nuestros soldados.