CRÓNICAS BERCIANAS
La Santa Compaña
El BANDIDO Fendetestas se encontró con su espectro una noche en el bosque y desde entonces se hicieron amigos. Cuando me nombran a Miguel Rellán, siempre me viene a la cabeza su papel de ánima lastimera en la película que José Luis Cuerda rodó hace casi veinte años sobre la historia que escribió con humor gallego Wenceslao Fernández Flórez: El bosque animado . Le veo pálido y ojeroso, en su interpretación de gallego entre la vida y la muerte. Y resulta que es de Ponferrada, o casi. Miguel Rellán acaba de pregonar las fiestas de La Encina porque alguien se enteró de que su padre procedía de una familia ancaresa y vivió en la capital del Bierzo antes de emigrar a Tetúan, donde nació el actor en tiempos del protectorado español. Y el viernes eligió el verso, como buen comediante, para dirigirse a los ponferradinos en un pregón breve y divertido que arrancó aplausos por los dos motivos y que debiera servir de referencia para quien reciba el encargo de abrir las fiestas sin provocar bostezos. Decía Rellán «que a la gente de esta tierra/ no le quita la alegría/ ni la cuerda de bandidos/ que lo intentan cada día. Porque mira que hay piratas/ con el rostro de cemento/ y señoras y señores/ que sólo viven del cuento». Y parece que alguien le hubiera contado que el comienzo de las fiestas cerraba una semana donde no han faltado las tragedias. El sábado, mientras la ciudad vivía su primer día festivo, en la iglesia de San Pedro se oficiaba el funeral por un minero; el tercero que muere en la provincia este año. Y dos días antes, tuvimos que lamentar otro accidente en la carretera del Canal Bajo del Bierzo, uno más, y enterarnos de que dos hermanas morían ahogadas al caer su coche al agua. Lo de la muerte en la mina es un problema que tiene difícil remedio. Un lento goteo que en los últimos años se ha ido reduciendo, no sé si porque las condiciones de seguridad laboral van mejorando, o simplemente porque hay menos mineros. La mina puede ser impredecible en ocasiones, aunque siempre sea necesario poner los medios para que las sorpresas en el tajo no sean mortales. Lo que está más claro, y sólo es una cuestión de voluntad política, más que de dinero, es el remedio a las muertes y a las caídas que se repiten en la carretera del Canal. Resulta realmente inconcebible, aunque voces como la de Tarsicio Carballo defendieran meses atrás lo contrario (me remito a las hemerotecas), que el Canal Bajo del Bierzo siga descubierto, y que haya que esperar a la negociación del Plan del Carbón para saber si habrá dinero para sufragar el proyecto de soterramiento que ha elaborado el Ayuntamiento de Ponferrada y para cuya financiación se necesitan cuarenta y cinco millones de euros. Cubrir el canal es una obra urgente. Una prioridad. Y lo demuestran los sucesos. Ése niño que cae al agua y ésa madre que se arroja para salvarle, sólo un día después de la muerte de las dos hermanas. Lo triste es que, como dice el dicho de la patrona de los mineros, sólo nos acordemos de Santa Bárbara cuando truena. O de la Santa Compaña cuando la vemos, como Fendetestas.