CON VIENTO FRESCO
Guerra Civil: contar lo que pasó
LA GUERRA CIVIL, el acontecimiento más dramático y luctuoso del siglo XX español, parece estar nuevamente de moda, al menos desde el punto de vista editorial. Ayer, El Mundo publicaba el primer tomo de una Historia de la Guerra Civil que, mes a mes, pretende narrar minuciosamente el curso de la misma. Lo hace con el objetivo de «contar lo que pasó», a diferencia de las versiones anteriores de derecha e izquierda, que supone partidistas y, por ello, poco objetivas. Se trata, aunque se venda como novedosa, de la vieja pretensión del positivismo decimonónico, representada por el alemán Leopold Ranke: «Wie es eigentlich gewesen», es decir, la historia ha de mostrar los hechos de lo que realmente aconteció. ¡Ingenua y arrogante pretensión! Los estudiosos saben que entre lo que pasó -la res gestae - y la disciplina que estudia lo que pasó -la rerum gestarum - se interpone el historiador, con sus intereses, contexto en el tiempo, concepción de la historia. La objetividad es, en los más honestos, solo una búsqueda extenuante, que se logra depurando las fuentes y analizando con estudio y sin ira los hechos a partir de ellas. Algunos, como el marxista Adam Schaff, hablan de que el historiador es objetivo cuando se posiciona activamente respecto a la marcha inexorable de la historia, lo cual no deja de ser una concepción ideológica que supone previamente una determinada filosofía de la historia. Más humilde, el inglés E.H. Carr creía que ésta no puede estar en la objetividad del dato, sino en la relación entre el dato y su interpretación pero elevándose por encima de la limitada visión que imponen al historiador los condicionamientos sociales; un ejercicio de honestidad e inteligencia. Por ello, Lucien Febvre recomendaba que a la puerta de las facultades de historia debería colocarse un letrero que dijera: «No pase quien no sea inteligente». En otras, por el contrario, parece que hay otro que dice: «El mundo es de los audaces». Varios proyectos editoriales se anuncian estos días. Uno la publicación de una Biblioteca de la Guerra Civil. El primer libro, al precio de 3,99 euros, es el del periodista Pérez Reverte sobre la batalla del Ebro. Escrito a imitación de los de Craig y Beevor sobre la batalla de Stalingrado es mucho menos brillante; pues es sentimentalmente tendencioso, no en los hechos que relata, sino en los juicios que emite sobre unos y otros contendientes. Pretende «contar lo que pasó» día a día , lo que lo hace reiterativo, pesado y sin el menor análisis crítico. Pesado es el libro de Alonso Baquer sobre esa misma batalla, e incluso partidista, pero es un trabajo riguroso en el que trata de analizar los planteamientos políticos de la batalla, la estrategia y la táctica utilizadas por ambos bandos, y el papel de los protagonistas. Otro proyecto es de Testimonios de la Guerra Civil , pero el primer libro - Desaparecidos (2,95 euros)- no es ningún testimonio -testimonio viene de testigo- sino la opinión de un periodista, Rafael Torres, cuya introducción es una sarta de tópicos trasnochados. La Guerra Civil parece estar de moda. No queda claro si esto responde a un interés verdadero por aquel acontecimiento o, por el contrario, porque algunos políticos y su cohorte mediática la sacan a pasear para utilizarla políticamente contra su adversario. Es probable. Quizá todo esto responde mejor a proyectos editoriales que buscan vender como novedad mercancías atrasadas y ya de difícil venta. De hecho, los libros que se anuncian ahora a un precio asequible son todos obras publicadas en la última década; sólo son novedades en su proyección popular pero no para los estudiosos de la guerra o para los interesados en aquel conflicto. Quisiera pensar que su intencionalidad política no va más allá de la búsqueda de una rentabilidad, con nuevos métodos de márketing, de obras que, de saldo, aún pueden tener un cierto público; pero no estoy muy seguro de ello. Tengo otra interpretación más sibilina de la que hablaré en otro momento.