DESDE LA CORTE
El desencuentro de la Moncloa
DICEN QUE la reunión de Zapatero y Rajoy ha sido un fracaso. La verdad es que sólo no ha resuelto nada, sino que lo ha complicado todo. Si había alguna esperanza de que los grandes partidos se pusieran de acuerdo en los asuntos básicos que este país tiene planteados, esas esperanzas se han caído con estrépito y sin gloria. Partido Popular y Gobierno se han distanciado todavía más. Y hay una nota inquietante: un Gobierno de mayoría precaria como el de Zapatero, que necesita apoyos dentro y fuera del Parlamento, sólo los puede encontrar en las minorías. Y esas minorías, con escasas excepciones, imponen condiciones sobre el modelo territorial, cuando su ideario discute la idea de España. Sólo contemplar esta perspectiva produce vértigo. ¿Es que vamos a establecer un nuevo marco autonómico y una forma de luchar contra el terrorismo de acuerdo con las aspiraciones de Carod e Ibarretxe? Sí, señor. Y con la oposición de un partido que representa a diez millones de ciudadanos. Que Dios nos coja confesados: puede ser la de San Quintín. Pero que el mismo Dios ilumine a Zapatero: si consigue un modelo satisfactorio para independentistas, sin violentar la Constitución ni poner en riesgo la unidad nacional, habrá bordado una filigrana histórica y resuelto el problema territorial para unos cuantos decenios. Tendremos que llenar el país de pintadas que digan ¡Viva ZP! Como Rajoy no cree en ese tipo de milagros, ni confía en los nacionalistas, ni se fía para nada de Zapatero, no quiere hacerse cómplice. Eso es, en el fondo, lo que ayer ocurrió en La Moncloa. Rajoy sólo estaba dispuesto a aceptar lo que aceptó el pasado 14 de enero: tener un papel protagonista, casi de cogobernante, en las reformas constitucionales y autonómicas. Eso es lo único que le haría salir del encuentro tan satisfecho como en esa ocasión. Pero Zapatero no se lo volvió a ofrecer. Se limitó a prometerle una información constante, en un marco estable de comunicación. Es decir: le ofreció mucho cariño gratis, a cambio de que se sume a los procesos en marcha. ¡Hombre, presidente! Está claro que usted tenía que intentarlo. ¡Anda que si cuela¿! Las reformas autonómicas, apoyadas por la izquierda y los nacionalistas, y toleradas por el Partido Popular¿ ¡Menudo chollo! Pero no ha colado. Y en el fondo, han quedado al descubierto en qué consisten el diálogo y el consenso tan invocados en este país: si estás en el Gobierno, para que te den la razón; si estás en la oposición, para que te den una parcelita de poder y te dejen participar en las decisiones. Como Rajoy no está dispuesto a decir «sí, señor», ni Zapatero quiere regalar nada a su competidor, nos quedamos como estábamos: a verlas venir. Que vienen tiesas.