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Publicado por
FERNANDO ONEGA
León

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HOY LOS VEREMOS, todos guapos y elegantes. Cada uno, con la insignia de su comunidad en la solapa: son sus presidentes. Desde la última vez se ha producido una baja, precisamente la del primer padre de la idea de tan magna asamblea: don Manuel Fraga. Humanamente, un recuerdo afectuoso. Políticamente, es que el PP ha perdido poder en la Conferencia. Y la bandera: ¡se les había olvidado la bandera española! No pasa nada. Sólo fue, explicación oficial, «un error de papelería». Convendrán conmigo que la enseña nacional tiene mala suerte con las tiendas. En Israel, Carod-Rovira montó un cirio, porque la floristería puso la bandera de forma «indebida». Ahora fue la papelería quien hizo la mala pasada. Floristerías y papelerías no tienen sentido de estado. Recortaré del periódico la imagen de los señores presidentes. ¡Qué belleza de foto y, al mismo tiempo, qué pena de foto, señor! Si todos los reunidos tiraran del carro en la misma dirección, esto sería una locomotora imparable. ¿Lo imagináis? ¿Los imagináis a todos comprometidos con los mismos propósitos de creación de empleo, de gasto equilibrado, de hacer grande la idea de España, de repartir amistosamente el agua¿? ¿Los imagináis solidarios con las regiones que necesitan apoyo público, o intercambiando información sincera sobre sus estrategias de crecimiento? No lo veremos. La cumbre va a escenificar la peor rivalidad. Ibarretxe, a lo suyo, con su Cupo. Maragall, receloso, con su financiación a cuestas. Aguirre, irritada, porque Solbes la choricea . Los que han construido hospitales, porque los han construido, y los que no, porque los tienen que construir. El Gobierno, que les echa el muerto con los impuestos de luz y gasolinas. El PP, que ve dinero sobrante y dice que pague el Estado¿ Todo tiene el morbo de un pulso, como pasando del «qué hay de lo mío» al poco patriótico «lo mío no me lo toques». En sanidad, hay, por una parte, un gran cinismo del PP: rechaza lo que defendía cuando era gobierno y propone lo que antes rechazaba. Pero tampoco el Gobierno ha estado fino. Ha querido resolver el inmenso problema del dinero en una semana. En ese tiempo presentó su propuesta, reunió al Consejo de Política Fiscal y Financiera, y lo somete a veredicto de los presidentes. Se lleva años con la bancarrota, y el PP terminó poniendo un ultimátum: o le comunicaban en horas la nueva propuesta, o la rechazaban, cualquiera que fuese su contenido. ¡Eso es dar facilidades! Ni a las reuniones de las comunidades de vecinos se acude así, con esas prisas de un lado; con esos aires de improvisación de otro; y, sobre todo, con esas ganas de humillar al adversario. Si, pese a todo, sale bien, es que todavía existen los milagros.